Pero fue aquel 5 de octubre de 1934 – en plena segunda República- y en Asturias, donde se levantaron los mineros y otros obreros… sí se produjo un auténtico conato de revolución social: el “Octubre Rojo”. Las razones de la “diferencia asturiana” hay que buscarlas en que allí la CNT sí se sumó a la Alianza Obrera junto con la organización obrera hegemónica, la UGT (el Partido Comunista de España se incorporó más tarde), y donde la insurrección fue preparada minuciosamente, con convocatorias de huelgas generales previas, y el aprovisionamiento de armas y de dinamita obtenidas mediante pequeñas sustracciones en las fábricas y en las minas, además del adiestramiento de grupos de milicias. La insurrección comenzó en la noche del 5 al 6 de octubre cuando las milicias obreras integradas por unos 20.000 obreros, en su mayoría mineros, se hicieron rápidamente con el control de las cuencas del Nalón y del Caudal y a continuación se apoderaron de Gijón y de Avilés y entraron en la capital, Oviedo, aunque no pudieron ocuparla completamente (en el centro de la ciudad se produjeron violentos combates entre las fuerzas del orden y los revolucionarios).
Plantilla de San Luis en la Revolución de 1934 en Guardo, tumbado Eloy ‘El Ruco’.
Un “comité revolucionario”, dirigido por el diputado socialista Ramón González Peña coordinó los comités locales que surgieron en todos los pueblos y trató de mantener el “orden revolucionario” (en algunos sitios se llegó a suprimir el dinero). También contaron con una parte de militares republicanos a su favor. La UMRA (Unión Militar Republicana Antifascista) también se encargaba de la solidaridad con los numerosos militares presos tras negarse a participar en la represión de la Revolución de Asturias (octubre de 1934). Es poco conocida la importante resistencia militar a participar en el aplastamiento de la Revolución. El crucero Miguel de Cervantes tuvo que ser desviado a La Coruña porque entre las fuerzas de África que transportaba, al mando del teniente coronel López Bravo, se había extendido la consigna de “no disparar contra nuestros hermanos”.
El crucero Almirante Cervera no pudo utilizar sus cañones contra las posiciones de los revolucionarios en Gijón, porque dos marineros gijoneses se apoderaron de las llaves de fuego y las tiraron al mar”. A la par, aquí en León, la insurrección en las zonas mineras leonesas estuvo vinculada al alzamiento en Asturias. Pero fracasó porque desde la Asturias trasmontana no llegó apoyo y por la decidida actuación del gobernador civil de León. Así que la revolución se intensificó a nivel local, donde en poblaciones como Villablino, Bembibre o Sabero se proclamó la "república socialista" y se implantó una embrionaria economía de guerra supeditada "a las necesidades del ejército revolucionario" que se intentó organizar.
Sin embargo, las fuerzas mineras leonesas no fueron tan expeditivas como las asturianas en lo anticlerical. Una anécdota; en Bembibre, apunta que un crucifijo fue salvado del incendio de la iglesia y exhibido con un cartel que decía: "Cristo rojo, a ti no te quemamos porque eres de los nuestros". Esta curiosidad no hace más que mostrar el respeto que se ganan los curas mineros y obreros en León, que hoy en día sigue vigente. En Olleros, donde los comunistas eran mayoría, se formó rápidamente un grupo armado que asaltó el polvorín de las minas, apoderándose de todas las existencias de explosivos.
Hay que hacer notar que entre los sublevados se encontraban numerosos jóvenes y mujeres, las cuales participaron activamente en el desarrollo de los acontecimientos transportando armas y paquetes de dinamita. Los mineros sublevados no solicitaron en ningún momento mejoras salariales o de condiciones de trabajo, puesto que ya en el año 1933 se habían promulgado mejoras tales como la subida del jornal diario del minero en 1,25 pesetas, se concedieron vacaciones retribuidas, seguros de accidentes de trabajo, reducción a siete horas de la jornada del interior y de ocho en el exterior, carbón gratuito para los obreros y orfanato minero.
Todos los detenidos por su participación en la revolución cumplieron condena en Burgos hasta la amnistía nacida de las elecciones del 16 de febrero de 1936, regresando entonces a la cuenca, donde fueron recibidos de modo triunfal. Aunque muchos documentos atribuyen el foco principal a Asturias, donde de verdad prendió la mecha revolucionaria; también en algunas zonas como el valle de Sabero, Bembibre o Villablino tienen un hueco en este hecho revolucionario. Y no quiero despedirme sin volver a recordar a aquellas mujeres, hombres y niños que trabajaron muy duro para el resto del país desde la mina, así como también quiero recordar la inmensa dignidad de estos obreros y muchos de sus antepasados casi en el olvido; la memoria y la vida les debe un gran reconocimiento por su valentía, arrojo y solidaridad con el resto de trabajadores.
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