A las nueve y media, después de cenar, nos vamos al paseo. Enfilamos el camino de la piscina, cruzando la presa al lado del Ayuntamiento.
No paramos, porqué ya no es hora, pero hay varios bancos de madera a lo largo del camino, a la sombra de algún árbol.
La carretera, junto al puente de Naredo, se ha de cruzar con cuidado, pues los coches en esta recta van muy deprisa. Tal como dice el indicador de color lila, cogemos el camino de la ermita de Boinas (Aquí siempre dijimos “Buinas“).
Al lado de la ermita aun quedan dos coches de pescadores. Parece ser que es una buena hora para tentar a las truchas.
Desde el tronco de esta acacia se nos recuerda que hemos de respetar el medio ambiente. Poco más adelante está el castro de los bolos de “Buinas“.
Delante de la hermita hay un pequeño jardín, aunque la hierba de la pradera está más seca que de costumbre.
Desde la ermita cogemos el camino que va hacia el pueblo de Robles. Aunque ahora ya no hace falta, es un camino con mucha sobra y, por tanto, fresco.
Desde un recodo del camino se ve la vega de Robles y el pueblo al fondo.
Casi de noche llegamos a los huertos cercanos a la carretera.
Las farolas se encienden y el mundo queda entre dos luces.
En la carretera hay otra señal de color lila que nos quiere indicar que el camino hacia la ermita va hacia atrás.
Por la acera izquierda de la carretera León-Collanzo (Ahora quizás ya no se llama así) vamos subiendo hacia casa.
Al lado de casa el anuncio luminoso de la oficina de La Caixa nos ilumina para abrir la puerta.