(Album Gráfico, León Artístico Monumental en el centenario de sus fueros - 1020 / 1920) Este joven e inteligente ingeniero de minas, que ostenta la representación de León, en Cortes, ha concentrado toda su actividad y energías en el estudio de la transformación experimentada por la región leonesa durante los últimos años.
Hombre de gran laboriosidad y acierto en los negocios mineros, infundió vida próspera a todas las empresas de explotación carbonífera por cuya dirección pasó y dió vigoroso impulso la preparación de aglomerados, terminando la electrificación de todos los servicios.
La sociedad «Hullera Vasco-Leonesa», agradecida a sus buenos servicios acordó en Consejo nombrarle Ingeniero Consultor, cuando el Sr. Zapico hubo de abandonar aquella dirección, por requerirlo así sus múltiples negocios particulares.
Conocedor a fondo de las condiciones geológicas de la región, su nombre va íntimamente unido a todo negocio hullero.
D . Bernardo Zapico explota en la actualidad los cotos de Matallana, Villaseca, Orallo y Toreno, y son instalaciones modelo sus fábricas de aglomerados de Ponferrada y La Robla, habiendo solucionado el problema que tanta importancia tenía para los carbones leoneses, que en las primeras explotaciones —naturalmente defectuosas— arrojaban una gran cantidad de menudos, que hoy se aprovecha en la formación de ovoides y briquetas; nueva industria que abarata el mercado y utiliza gran número de obreros.
D. Bernardo Zapico es conocidísimo en la región y fuera de ella, en donde figura como consejero y accionista de un buen número de Sociedades y Compañías mineras.
Tiene instaladas sus oficinas y centro de operaciones, en la capital; dedicándose en la parte comercial, a las ventas al por mayor de sus carbones, teniendo concertados ventajosos contratos, entre ellos los de suministros a las Compañías de ferrocarriles e importantes centros fabriles de Madrid y Bilbao; gozando su firma de sólido prestigio; y su título profesional, de gran reputación, como lo demuestra el hecho de ser obligado consultor en cuantos negocios de minas se emprenden en la región.
D. Miguel Canseco
De espíritus débiles y enfermos es el vivir contemplativo y añorante con la mirada en el pasado, atento no más que a las glorias pretéritas y sin la preocupación —reveladora de energía — de la necesidad actual y de las exigencias del porvenir. El ayer y el mañana, deben tener el nexo de su unión poderosa en el hoy, el momento, la actualidad. Porque el momento presente es el engendrador del futuro, y del trabajo de este día, ha de arrancar la conquista del venidero.
Con esta idea no hemos podido menos de complacernos viendo como se hermanan en León de una manera inteligente y comprensiva los cantos de gloria con los cantos de esperanza, como a la vez que se honra a los que fueron, se prepara el terreno a los que vendrán.
Y, ocupándonos de León, no consideraríamos completa nuestra obra si dejásemos de hablar de su desarrollo industrial, fácilmente visible por el que llega a esta ciudad, pero seguramente ignorado por el que haga muchos años que no la ha visitado. En ella se han perfeccionado de una manera considerable sus primitivas industrias, multiplicándose en una enormísima proporción.
Como modelo puede figurar desde luego la gran fábrica de aglomerados de carbón que explota la sociedad anónima «Hornaguera», fábrica que hemos visitado con el detenimiento que merece, quedando maravillados de su instalación, que aunque habíamos oído con repetición a cuantos de ella nos hablaran grandes elogios, no pudimos hacernos idea de la justicia con que la eran aplicados hasta que nos convencimos por nosotros mismos.
Emplazada la fábrica en un lugar ameno y pintoresco en las proximidades de un bello pueblecito llamado Armunia y a corta distancia de la capital, lo primero que fija la atención del visitante es la enorme extensión de terreno que circunda al soberbio edificio donde la maquinaria se halla instalada. Más de 100.000 metros de ese terreno ocupan las vías del apartadero propio de la fábrica, capaces para 200 vagones, en cuyo cargue trabajan febrilmente multitud de obreros, puesto que del orificio de salida de la máquina y arrastradas por la cinta de enfriamiento y descargue, se desocupan cada hora 15 toneladas de briquetas, como producción normal y corriente.
La fosa de descargue para el carbón es amplia; su elevador de 22 metros de altura con canjilones de 60 centímetros, no cesa un instante de funcionar, subiendo el carbón a la torre con dos tolvas, donde automática y mecánicamente se hace la clasificación. En el interior hemos visto la cinta abastecedora, dos hermosos molinos Cart para brea y carbón, dosador, mezclador, prensa y, en departamento separado, la soberbia caldera obra de la Casa Bacok Wilcox.
Hay además cuatro motores eléctricos para el movimiento de las máquinas y todo lo que requiere la más moderna de esta clase de instalaciones, de importancia enorme siempre, pero más aún en León, por estar destinada a la transformación de los carbones menudos de que son abundantes sus cuencas mineras y que de otra suerte carecerían de aplicación, en tanto que así la tienen y de mucho interés puesto que la excelente briqueta que con ellos se produce, no tiene igual para el consumo en locomotoras y otra clase de máquinas.
Esta misma entidad social explota ricas minas en las mejores situaciones de las respectivas zonas. Así de la cuenca de Villablino, tan ventajosamente conocida, tienen justo renombre por la excelencia de sus carbones grasos la «Montañesa» y «Babiana»; en carbón de antracita pocas igualarán a las «Sorpresas» y «Leandra», de la región del Bierzo (Toreno) y en la de La Magdalena posee también la mina «María» igualmente rica por la cantidad y calidad de su combustible.
La fabricación es muy esmerada, y ello ha sido causa de que conquistase el mercado desde su creación. Para cerciorarse de la bondad de breas y carbones, tiene la fábrica en edificio contiguo a ella, laboratorio propio; todo lo completo que se puede apetecer y que es una verdadera aduana escrupulosa, por la que no es posible pasar materiales que puedan hacer desmerecer a la briqueta que se fabrica.
Y esta sociedad, su fábrica, la obra toda de ella, ha sido idea, creación de un hombre joven y modesto, pero animoso y emprendedor, en el que se dan en feliz consorcio las aptitudes del artista y hombre de letras con la competencia y acierto en los negocios industriales, hasta el extremo de que no ha habido en algunos años obra alguna de esta clase en la provincia en la que no haya intervenido de una manera directa; mejor pudiéramos decir que él no haya inspirado, laborando por su implantación y florecimiento de una manera desinteresada y entusiasta.
Este hombre es D, Miguel Canseco, que, doctorado en Derecho antes de cumplir los veinte años, alternó con los estudios jurídicos y sociales (por verdadera afición, puesto que la independencia de su posición le hizo innecesario el ejercicio de su carrera), la observación de las necesidades de su provincia, no para lamentar estérilmente las deficiencias que observaba sino para acudir con el remedio, allí donde su perspicaz y escudriñadora mirada le hacía ver como necesario.
Buena prueba nos dan de esta verdad, que no desconoce ningún leonés, no sólo la creación de «Hornaguera», cuyas Gerencia y Presidencia ostenta, y de la que es principal accionista. Igual la proclaman la explotación de los saltos de agua del Porma, que lleva a cabo la sociedad «León Industrial», por D. Miguel Canseco también creada y de la cual es Vicepresidente; empresa ésta de consideración e importancia, que basta a justificar el hecho de ser los indicados saltos de agua los que dan energía eléctrica y luz a León; minas de Santa Lucía y Sabero; la de la Sociedad «Antracitas de Brañuelas», a cuyo Consejo de Administración pertenece; y, fuera de León, la sociedad Canseco Blanco y Gutiérrez, explotadora de otro salto de agua en Moreda (Asturias), por él igualmente creada.
A sí mismo, el Sr. Canseco fija su atención en el problema de la tierra, y, hombre práctico siempre, pone a contribución su portentosa actividad y sus mismos bienes en el estudio de ese problema. La transformación de su bella finca «Almanzor» en la que ensaya procedimientos de cultivo, métodos de producción, recría de ganado con tendencia a la mejora de las razas, justificarían por sí sola esta apreciación ; pero su aliento personal y consejo a los agricultores de la región, el desvelo por el mejoramiento de las aldeas de su tierra, son otros tantos fundamentos de ella.
La vida de Bernardo Zapico fue como tantas de su tiempo una bagatela, palabra antigua que da nombre a las cosas menudas y las minucias que termina llevándose, sin más, la corriente de la historia. El auge del capitalismo en tiempos de cañones europeos y los felices años veinte, preludio de crack, crisis y guerra. Una bagatela triste.
Apenas tres lustros de gloria le dieron para no conformarse con la bicoca de director de la Hullera, donde fue pionero con casas baratas y economatos. Apenas tres lustros le dieron para sacar carbón donde la explotación estaba en pañales: Villablino, Viñayo, Toreno, Matallana o La Robla. Apenas tres lustros le dieron para ser diputado a Cortes, con campaña de anuncio perenne en portada del periódico provinciano y entrevista diaria que le hacían «lápiz en ristre y cuartillas en mano» en su despacho de Ordoño II, donde regalaba los oídos y las propinas. Por eso, antes de las elecciones, los cronistas escribían cómo «ya se nos antoja ser dignísimo diputado». Sus enemigos políticos le desdeñaban diciendo que no era leonés de cuna, que quería pasearse a sus anchas por los ministerios en busca de favores, que no tenía buena oratoria. Que era, por así decirlo, una bagatela.
Apenas tres lustros le dieron también para casarse con una dama de la burguesía capitalina, Petronila Arriola, a la que pretendía otro. Era Isidoro Aguado Smolinski, quien al cabo de muchos años pasaría factura a Bernardo –en la figura de su trasunto Luis Zandívar– contando su desgracia en la novela ‘Bagatela’. Pese a las más de seiscientas páginas, el enamoriscado termina diciendo que está inconclusa pues «la vida sigue…» y Petronila, la bella Petronila, no es ninguna bagatela.
La mujer enamorada fue en los papeles viuda sin serlo cuando su marido tuvo que huir asediado por las deudas, embarcando a México con el semblante triste y demacrado que se lleva en los viajes que se saben sin retorno. Su desgracia fue tragedia en pocos años con la muerte de dos de sus tres hijos. Antonio, estudiante de ingeniero de caminos de 19 años, murió en 1936 en el Puerto de Ventana, frente en que estaba destacado como falangista. Emilio, ingeniero agrónomo de 27 años, fue secuestrado en 1945 en Santibáñez del Porma por una partida de maquis que pidieron un rescate por él y, al descubrir el engaño perpetrado por la policía y el gobernador Arias Navarro, lo asesinaron. Para entonces, ya estaba amarilla la esquela que había dado cuenta de la muerte de Bernardo Zapico en la lejanía y el olvido.
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