Un día de invierno en 2018, Fernando andaba de caza por el monte, con su escopeta repetidora de tres tiros al hombro, y de repente vio venir a sus perrillos corriendo con cara de pánico. Se le pegaron a las piernas. Temblaban. No entendió qué les pasaba hasta que caminó unos pasos y se encontró delante a un corzo con la mirada helada. Todavía estaba vivo, pero le manaba del cuello un hilo de sangre. Un lobo se lo había perforado unos segundos antes. Hincó el colmillo, sintió a los perros cerca y se esfumó; así, como es él, un asesino profesional, elegante, discreto. A Fernando no le dio tiempo a verlo, pero dice que allí, solo, con sus perros amilanados, viendo a aquel animal desangrarse lentamente, le recorrió el cuerpo un escalofrío.
jueves, 13 de febrero de 2020
El rey de los mastines no tiene miedo a los lobos
Un día de invierno en 2018, Fernando andaba de caza por el monte, con su escopeta repetidora de tres tiros al hombro, y de repente vio venir a sus perrillos corriendo con cara de pánico. Se le pegaron a las piernas. Temblaban. No entendió qué les pasaba hasta que caminó unos pasos y se encontró delante a un corzo con la mirada helada. Todavía estaba vivo, pero le manaba del cuello un hilo de sangre. Un lobo se lo había perforado unos segundos antes. Hincó el colmillo, sintió a los perros cerca y se esfumó; así, como es él, un asesino profesional, elegante, discreto. A Fernando no le dio tiempo a verlo, pero dice que allí, solo, con sus perros amilanados, viendo a aquel animal desangrarse lentamente, le recorrió el cuerpo un escalofrío.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario