Entre corales y carbón
Un agradable paseo a pie por el sendero señalizado de la Vía Bardaya, en la provincia de León
JAVIER PRIETO/VALLADOLID
Viernes, 13 de octubre de 2006
En marcha: Hasta el barrio de la estación de Matallana de Torío puede llegarse desde León por la LE-311 que enlaza con Vegacervera y Cármenes.
El paseo: Bien señalizado en su totalidad, recorre parte del antiguo trazado del ferrocarril por el que se extraía el carbón de la mina Bardaya, en la cuenca del Torío. Tiene un trazado circular con inicio y final en el barrio de la Estación de Matallana de Torío. Recorre un total de 9,5 km, sin apenas desniveles y de escasa dificultad, que pueden hacerse en unas tres horas.
Información: Este recorrido ha sido señalizado por el Centro de Desarrollo Cuatro Valles, que también tiene editado un folleto con éste y otros senderos: tel. 987 58 16 66. Web: www.cuatrovalles.es.
Dormir: Tel. de información turística institucional: 902 20 30 30.
Algunas veces el asombro es de tal calibre que ni palpando llega uno a creerse lo que tiene ante las narices. O bajo los pies. Así sucede en uno de los rincones por los que discurre este paseo de riberas y minas fantasmales. De hecho, si no es por el panel explicativo plantado a la vera del sendero, el caminante incauto pasaría de largo pensando que las pedreras que caen por su derecha son meros desmontes causados por la erosión y la avaricia prospectiva de quien anduvo por estos lares exprimiendo carbón hasta de la ropa que colgaba en los tendales.
Pero no, la mesa informativa lo deja bien claro: las paredes que rompen junto al camino son los restos evidentes de un cálido mar de corales, esponjas y algas que vivían aquí su apacible vida cuando la plataforma continental que hoy es la provincia de León se encontraba situada 8.000 kilómetros más al sur, formando parte de un lecho marino tropical de aguas cristalinas, oxigenadas y limpias. De eso hace entre 358 y 375 millones de años, para ser precisos. Y basta trepar unos metros para pasmarse con la filigrana de gravilla compuesta de bracitos de coral, amontonados y desmembrados como si fueran cereales listos para el desayuno de un dinosaurio. Este es, sin duda, uno de los principales alicientes para echarse a andar por el sendero señalizado de la Vía Bardaya.
Se trata, además, de una forma estupenda de explorar las orillas de un río Torío que vivió en primera fila los momentos de máximo esplendor de la minería hullera leonesa. No en balde, la ruta discurre por la caja de las vías que bajaban el carbón desde la mina Bardaya hasta la estación de Matallana, para que el tren de La Robla lo acercara a los Altos Hornos de Vizcaya y terminara echando chispas en los fogones de la siderúrgica.
Este viaje, mucho más apacible y apetecible, da comienzo en el barrio de la estación de Matallana. Nada más cruzar la vía, si se llega desde León, un panel junto a la carretera ofrece toda la información del recorrido. Unos raíles semienterrados ayudan a identificar el arranque del paseo. Son los últimos metros de vía que se conservan de una las minas más veteranas e importantes de la cuenca medía del Torío. En los años cincuenta del siglo pasado cerca de 500 mineros acudían cada día a trabajar en sus galerías.
El paseo, que no tiene pérdida en ningún momento, alcanza el yacimiento de corales un kilómetro y medio después de empezar y prosigue luego hacia Matallana de Torío. El tramo de ida finaliza al alcanzar la desviación hacia Villalfeide. No así la vía Bardaya, propiamente dicha, cuyo trazado puede seguirse hasta la misma explotación, en las faldas del pico Polvoreda.
Pero el paseo señalizado gira en ese punto para iniciar el tornaviaje por la orilla opuesta del Torío no sin antes detenerse en dos rincones destacables: la iglesia de Villalfeide, de traza románica, dos bellos capiteles en su interior y muro con calaveras encastradas, y el puente medieval por el que el paseo cruza también el río.
Ermita de San Roque
Ya del otro lado, no hay que equivocar el rumbo al alcanzar, trescientos metros después, el puente por el que llega la carretera. El paseo continúa por la calle en ligero ascenso hasta enlazar, doscientos metros más allá, con el camino que corre de nuevo en paralelo a la vega.
Sin otra preocupación que seguir el camino bien marcado que se lleva, queda disfrutar con el paso a través de un espeso monte de roble melojo hasta topar con la ermita de San Roque. Unos metros más allá otro puente lleva la caminata hasta la LE-311. Aunque la ruta señaliza la llegada al punto de partida por la misma carretera, la mejor opción es retomar la vía Bardaya que corre en paralelo a la carretera, pero por detrás de las casas.
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