Gete, o Getino, que nunca he sabido muy bien donde empieza uno y acaba otro, han sido siempre famosos por sus dos ventas y sus aguas termales, ahora recogidas al lado del río.
Mujeres en familia sobre el mirador del balneario.
Tres generaciones, desde los seis a los ochenta y cuatro, pero todos del siglo pasado.
Sentados a la mesa en la venta de Amador, parada de pescadores y domingueros ribereños.
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