La plaza de Santo Domingo, a partir de los años 20 del siglo XX albergó construcciones como la Casa Roldán, el Hotel Inglés (luego Oliden y hoy Alfonso V) y que ya albergaba el Casino Industrial (la sede del BBVA hoy), el edificio Pallarés (el Museo de León) y la Casa Goyo (en 1913 ya se había iniciado la construcción del edificio promovido por Manuel Álvarez-Quirós Calvo en la esquina de Ordoño II, más tarde conocido como 'Casa Ciriaco'). Y poco tiempo después la primera plaza de forma cuadrada que fue reformada en los años sesenta para albergar la actual fuente circular. A finales de esa década se terminó de configurar prácticamente tal y como es hoy, con la construcción del Complejo de Santo Domingo (derribando el antiguo convento con ese nombre) y el edificio del siglo XIX propiedad de los hermanos Pedro y Vicente García, donde estuvo el famoso Café Suizo de la familia Larderley, en donde posteriormente fue construido el edificio que albergó el Banco de Vizcaya en la esquina de Ordoño con la calle Independencia (donde hoy está la oficina de Unicaja Banco). La última reforma que dejó la plaza tal y como la conocemos en la actualidad fue el derribo del inmueble esquinero entre el Hotel Oliden (hoy Alfonso V) y la 'Casa de los Alemanes', el edificio con el mismo diseño que arranca en esa manzana en la actual Gran Vía de San Marcos, a finales de los ochenta.
A la izquierda, la construcción de Pallarés en 1923 y el solar de Casa Roldán con el Hospital San Antonio Abad y la torre de Almanzor ya demolidos (derecha).
La plaza de Santo Domingo (en los documentos de comienzos del siglo XX se la cita como plazuela) nació en aquel año 1923 para cambiar su nombre prácticamente de inmediato al de Plaza de la Libertad en abril tras un sonado debate político. Así se denominó hasta noviembre de 1936, justo en el mes en que los sublevados fusilaban al que propuso esta denominación, el que luego fuera alcalde de León (por dos veces) Miguel Castaño. Y también surgió para cambiar la concepción de la ciudad de León, que crecía en población de forma apabullante. Tanto, que hoy no entenderíamos el centro de la ciudad sin ella.
Contrasta la época con la actual en la cuestión poblacional. Y eso explica el cambio urbanístico de la capital de la provincia entonces. Mientras hace cien años el aumento de los habitantes de la ciudad era imparable, hoy se pierden unos mil habitantes al año. Un informe del Ayuntamiento en diciembre de 1923 explicaba:
Da una idea uy fiel del incremento experimentado por las industrias de esta capital, especialmente por las que la caracterizan, que son las referentes al ramo de la construcción, el número de obreros pertenecientes al mismo que en la actualidad trabajan, que es de 1.800 a 2.000, calculándose que ha sufrido un aumento de 300% en comparación con los que había en el año 1911, cifra que está en primera categoría comparada con las principales capitales de España.
[...]
Respecto al aumento de población, ha de consignarse que en el año de 1911 había en león 18.197 habitantes de hecho, y en 1920 resultaron 21.477, acusando un aumento de población de más de 3.000 almas, si bien en el padrón de vecindad del año 1922 sufrió una considerable baja el padrón de habitantes, pues habiéndose de incluir todos los que residan en el término municipal el día 31 de diciembre, y faltando en el año anterior un gran número de individuos pertenecientes al Ejército que se hallaban en África por pertenecer a la guarnición de esta ciudad destinada al servicio de campaña, sin contar las licencias propias de la época, la merma sufrida en el contingente debió acercarse al número de 1.000, por lo que procede continuar apreciándose en más de 3.000 almas el aumento de población desde 1911 hasta la fecha.
Así, con tanta confluencia de gente la ciudad tuvo que cambiar, superando los planes del Ensanche del centro de la ciudad –ahora Plaza de la Libertad– con nuevas visiones urbanísticas. El barrio de San Claudio empezaba a vislumbrarse. Paz Peña presentó en enero de 1923 el plano de parcelación y división en solares de los terrenos del llamado Prado de San Claudio, cediendo gratuitamente al Ayuntamiento el terreno que en el plano se dedicaba a calles. Paz Peña propuso al Ayuntamiento que a toda esta nueva parte de la ciudad se le diese el nombre de barrio de san Claudio. El Ayuntamiento dejó claro a Paz Peña, o a quien adquiera sus solares, que era responsabilidad de los adquirientes los gastos derivados de la pavimentación de calles y aceras, así como del alcantarillado.
Para situarnos en la segunda década del siglo XX debemos conocer a buena parte de la pujante burguesía leonesa del siglo XIX. Una radical transformación se produjo en los años 20 del siglo XX; solo tenemos que hacer un breve repaso por los archivos públicos y privados para confirmar los decisivos acontecimientos que configuraron la personalidad de la ciudad de León durante los dos primeros años de andadura de la Cámara de la Propiedad Urbana (1923-24), personalidad que, aun con grandes pérdidas, se manifiesta actualmente. 1923 y 1924 se desarrollaron con una trepidante sucesión de acontecimientos que todavía hoy podemos constatar en la evolución urbanística de la ciudad.
En 1923 la actual plaza de Santo Domingo era un conglomerado de casetas de venta, cables aéreos, suciedad, nubes de polvo en suspensión, negocios de curtidores, obras y escombros… era tal el colapso, que el Ayuntamiento decidió que durante las ferias de León (mercado de ganado del Rastro y otro tipo de mercados) no se volvieran a colocar casetas de venta de objetos, espectáculos y rifas, con su correspondiente alumbrado, en la plaza de Santo Domingo. Al Ayuntamiento le preocupaba el hecho de que cada vez se viesen más mendigos forasteros por los aledaños de Santo Domingo. En la parte de la plaza que ocupaba el derribado hospital de San Antonio Abad se había colocado una valla para poder realizar las obras de la conocida como 'Casa Roldán', con doce metros de distancia desde la línea oficial de edificación, es decir, invadiendo todos esos metros de vía pública, lo que provocó más caos en esa parte de la ciudad.
Mientras tanto, lejos del bullicio de las obras, en los barrios (San Lorenzo), en las casas de lenocinio se seguía “arrojando a la calle todo tipo de sustancias con completa desfachatez y desvergüenza, cosas inmundas”… El Ayuntamiento no dejaba de pagar facturas por la compra de cemento y cal para las obras municipales. Subió el precio de la harina (de 55 a 60 pesetas los 100 kilos) y consecuentemente subió el precio del pan. El Ayuntamiento impuso sanciones a los panaderos que vendían el pan con menos peso del estipulado como mínimo obligatorio. Los obreros achacaban la responsabilidad en el aumento del precio de la harina a la especulación de los fabricantes y almacenistas leoneses. Sin embargo, Eulogio Crespo Gero, que había sido alcalde de León (desde el 16 de agosto de 1922 hasta el 13 de abril de 1923) y que poco tiempo después presidirá la Cámara de la Propiedad, hizo un donativo de 100 kilogramos de harina al Ayuntamiento. Uno de los asuntos que más preocupaba a la Cámara de Comercio era el de impedir que el gobierno autorizase la entrada de cereales procedentes de otros países.
Todas las gestiones que la corporación municipal realizaba en Madrid eran avaladas por el presidente del Consejo de Ministros, que en ese momento no era otro que el jurisconsulto astorgano Manuel García Prieto. Se solicitó al jefe de Correos y Telégrafos la instalación de un teléfono público en la estación de ferrocarril del Norte. Aunque había teléfonos en León desde el siglo XIX, se aprobó por Real Ordenanza el establecimiento de la red telefónica completa provincial. La floreciente minería leonesa aprovechó la influencia de Manuel García Prieto en el Consejo de Ministros para equiparar a los mineros y a la minería provincial con los privilegios del régimen del carbón asturiano. Desde el Instituto de Reformas Sociales, donde el leonés Álvaro López Núñez ejercía un trabajo encomiable, se fomentó la construcción de las denominadas 'Casas Baratas' para el disfrute de obreros y funcionarios con escasos recursos.
Hay decenas de leoneses en Madrid –no sólo la familia López Núñez–, con cargos e influencias: por ejemplo Fernando Merino Villarino, quien había sido diputado a Cortes desde 1881 hasta ese mismo año de 1923, gobernador civil de Madrid, ministro de la Gobernación y gobernador del Banco de España en dos ocasiones. Estaban los Sánchez Puelles (Jacinto Sánchez Puelles, primer presidente de la Cámara de la Propiedad, había sido administrador del Banco de España en León junto a Francisco Fernández-Llamazares, Mariano Andrés González-Luna y José María Lázaro de Diego), y su hijo Cándido había emparentando con los Hernández Briz, una distinguida saga de Madrid (y del Escorial) con importante patrimonio.
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