viernes, 24 de enero de 2025

Las ventas

Conservando la estética del pasado o con aires renovados, las pocas ventas que siguen en pie tienen algo en común: han pasado de mano en mano durante cerca de cien años, pero todas conservan la esencia de entonces.

Un lugar para el descanso del caminante. Esa era la esencia de las antiguas ventas que protegían y amparaban a arrieros, viajeros, comerciantes o visitantes casuales y en cuyos establos se cobijaba a las caballerías, que aprovechan para saciar la sed y el hambre cuando el único medio de transporte eran los animales o los propios pies.

Aquellas ventas han cambiado mucho y de ellas apenas quedan en la provincia de León algunos testigos a los que nos les ha quedado más remedio que adaptarse a las nuevas necesidades del visitante. Ahora su función no es la misma que entonces, pero su esencia se mantiene.

Entre ellas, La Venta de la Tuerta, una de las más antiguas de España. Situada entre León y La Robla, la señora Juana, una ventera y pariente del actual dueño, Juan Antonio Fernández, fue la fundadora de este curioso lugar que aún a día de hoy se presenta algo solitario. Allí nació Juan Antonio, que es el encargado de que todo fluya junto a su mujer, Conchi (a los fogones) y con la ayuda de sus dos hijas, Sandra y María. Y antes que ellos, el abuelo Aníbal. Ninguno tiene constancia de que allí hubiese alguna vez una tuerta a la que deban el nombre, pero se comentan que existía una curva que se llamaba así. Su seña de identidad es la comida casera, de la que da buena cuenta el ex presidente del Gobierno Zapatero. Las patatas rellenas de ternera es su plato estrella, pero también el codillo al horno y el lechazo.

Siguiendo el camino y ya en el Alto de Pajares está Venta Casimiro, un lugar en el que parece que el reloj se paró hace tiempo. Cuando se construyó el túnel de La Perruca (cuyo centenario se celebró en 1983) ya existía en el mismo lugar un sitio de comidas. Pertenece a la familia de Esperanza Álvarez desde hace más de cincuenta años y ella misma cuenta que antes este lugar era conocido como Casa Manazas o Casa Manoplas. ¿Su especialidad? El embutido y el ‘manchao’, una bebida que ella misma hace con vino blanco y moscatel y que entona el cuerpo a pesar de que «siempre hemos trabajado más en verano que en invierno». Casa Casimiro es un sitio «muy de paso» que el cuñado de la actual dueña, Casimiro, compró en el año 66 a la familia ‘manazas’. Su hijo y su marido le ayudan en el quehacer diario, pero afirma rotunda que «es muy duro llevar un negocio como este». Los sábados hay fabada y los domingos, pote asturiano. Se nota que Asturias está a la vuelta de la esquina, aunque ella asegura que está «en tierra de nadie».

Valentín es, a sus 92 años, el dueño y fundador de Venta del Aldeano, en Lugueros. Las paredes de lo que hoy es un edificio reformado con toques rústicos las compró él mismo en el año 49 cuando apenas quedaban los restos de una venta para los arrieros del año 1009 que había sido devorada por las llamas durante la Guerra Civil. El cabrito y el cordero son las especialidades de esta venta en la que «no se ha notado la crisis». Los fines de semana sus hijos ayudan en las tareas de la venta, que atiende Miguel y su mujer y que ahora también alberga una casa rural con ocho habitaciones.

En Vegacervera está Venta de Getino, a cuyo nombre se une también el de Casa Amador. Mirta y su marido (el hijo de Amador, que ahora tiene 95 años) conforman la cuarta generación al frente de este negocio familiar que tiene cerca de 140 años de trayectoria. Antiguamente se llamaba La Venta de Amparo y fue el abuelo del actual dueño el que le cambió el nombre. Desde entonces, la Venta de Getino es lugar de paso para gente de muchos sitios y que antiguamente ubicaba en el conocido como Camino de los Arrieros. Paella de carne, patatas guisadas o la cecina de chivo son algunos de sus platos más típicos.

Roberto Orejas es el biznieto de Julián Cuesta, quien puso en pie en 1890 la Venta de Remellán en el pueblo al que debe su nombre. En aquel entonces era casa de comidas y fonda para gente de paso, trabajadores en obras de la zona o veraneantes. Famosa por sus tortillas, esta venta ofrece ahora sólo comidas.

En San Justo de la Vega, al borde de la carretera, se conserva otra de las pocas ventas que aún quedan en la provincia. Palos Verdes es una denominación que ni su dueña actual, María del Carmen Redondo, sabe de donde viene. Heredó el negocio de sus padres, hace más de veinte años. Pero sus progenitores ya lo cogieron de otros familiares allá por el año 58. «Siempre se ha llamado así», confiesa Redondo, que reconoce que su local mantiene la estética del pasado. «Me gusta este trabajo, siempre lo he vivido», asegura la dueña del local, famoso por su bacalao al respigón y a la cazuela. Cuando ella se retire será la suerte quien decida sobre este lugar con solera.

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