jueves, 6 de octubre de 2005

Estación del ferrocarril

A continuación podemos ver algunas fotografías de la estación de la FEVE.

Estación de Matallana, unidad 2607 en dirección a Cistierna.

Estación de Matallana, con el reloj clásico y el nuevo estilo de la FEVE allá por el año 2002. En sus tiempos, incluso después de la desaparición del vapor, se daba la salida de los trenes con un toque de campana. La campana estaba colgada de la pared y se tocaba con una cadena.

Dos unidades 2600 en un paisaje nevado del 2006.

El tren de León a la altura del Rancho Canadá, cerca de Naredo.

Antonio Gamoneda, premio Cervantes de 2007, escribió un poema sobre el Ferrocarril de Matallana el año en que yo nací, en 1960.

Ferrocarril de Matallana

A las ocho del día en febrero

Aún es de noche.

Subimos a este tren algunos hombres
por motivos diversos.

No hay aún luz en los vagones, sólo
oscuridad y aliento.

No nos vemos los rostros pero sentimos
la compañía y el silencio.

En el andén estalla la campana.

Nos sobresalta la crueldad de un silbido.

El tren arranca. Todo vuelve
a su antiguo sentido.

Nos dan la luz amarillenta y floja.

Salimos
de la oscuridad como del sueño:
torpemente vivos.

Y ahora empezaremos a mirarnos
como hombres distintos:
amaríamos a éste, pero a aquél
nunca le amaríamos.

Sin embargo, la luz debiera ser
quien nos hiciese amigos.

Éste es un tren de campesinos viejos
y de mineros jóvenes.

Se ve algo que une
más que la sangre y la amistad.

Es una cosa del cuerpo y del alma.

Es grande y dolorosa.

Pero se está haciendo de día.

Ahora ya se puede ver la tierra
oscura bajo el hielo. Es
hermosa la tierra en febrero.

Vemos los montes todavía en sombra,
los robles, del mismo color del monte,
la yerba vieja sepultada en escarcha
y, sobre lomas, las tierras de trabajo:
cada surco endurecido por el río
como la resistencia de los pobres.

Rectos y oscuros, los chopos
llenan de serenidad las riberas
y, cerca de ellos, bajo el pueblo, el río
desciende azul y lleno de soledad.

Cruzan los pueblos de sonido humilde
—Pardavé, Pedrún, Matueca—;
las casas montan las paredes tristes
sobre el espacio de las huertas;
vemos las calles en silencio, vemos
la iglesia muda y las cerradas puertas.

Esto es un pueblo; se construye a base
de paciencia y tierra.

Cuando bajo del tren, siento frío
en medio de tanta verdad,
y ya entiendo, sin pensar, muchas cosas.

Comprendo, por ejemplo,
la belleza de España.

España es también una tierra,
pero una tierra sólo no es un país;
un país es la tierra y sus hombres.

Y un país sólo no es una patria;
una patria es, amigos, un país con justicia.

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