jueves, 1 de agosto de 2019

La revolución del 34


Las operaciones en León y Asturias. - Los trágicos sucesos de Campomanes. Numerosos muertos y heridos. - Los rebeldes emplearon cañones.

LEÓN,  Desde el viernes por la noche no se volvió a comunicar ni telegráfica ni telefónicamente. Las brigadas de obreros funcionan normalmente, protegidas por la fuerza pública, dedicándose a reparar las innumerables averías que encuentran.

En el pueblo de Santa Lucia cortaron dos veces durante la noche los cables de telégrafos y
teléfonos.

Los revoltosos andan por el monte durante el día, y por la noche bajan a cortar los cables. Igualmente hicieron con varios puentes de la vía férrea, y en el momento en que telefoneo comunican que cerca del pueblo de La Vid han volado el puente de la carretera de Gijón, temiéndose que se hunda en seguida. Si esto sucediera estaríamos totalmente incomunicados ya que no funcionan ni el ferrocarril ni el telégrafo ni el teléfono.

Ayer por la mañana ingresó en el hospital, en grave estado, el paisano Isidro Santos, herido en Pola de  Gordón. Falleció a los pocos momentos.

Las fuerzas del regimiento de Burgos han entrado en Sabero, sometiendo, según se asegura, a los revoltosos de aquella zona.

En Garrafe, Matallana, Valporquero y otros pueblos, los huelguistas cometieron desmanes. Después huyeron al monte de Santa Lucía y se unieron con los de Matallana, saqueando todos los pueblos y quemando todas las iglesias.

De Riello comunican que al bajar para León el jefe del puesto de la guardia civil de la Magdalena, con varios guardias, sostuvieron un vivo tiroteo, igual al día pasado. Resultaron muertos varios revoltosos.

En Bembibre también ha dejado sus huellas el movimiento revolucionario. Los revoltosos llegaron a las once de la mañana, en grupos de catorce individuos, capitaneados por uno de ellos. Se distribuyeron por la población, a la que sitiaron, quemando el Ayuntamiento y la Iglesia. Saquearon algunos comercios, y horas más tarde llegaron fuerzas del Ejército, que lograron hacer huir a los revoltosos, haciéndoles algunas bajas y practicando detenciones.

Uno dé los días que la aviación de León fue a Asturias, al regresar el capitán Jofre y el teniente Murcia, que iban en un aparato, chocaron con otro al aterrizar. Volcó el de aquéllos y resultó con heridas graves el capitán, que ha perdido el ojo izquierdo, y el teniente, ileso.

A las siete de la tarde de ayer llegaron al hospital de León cinco camiones dé Ambulancia de Sanidad Militar, trayendo desde Campomanes siete muertos y cincuenta y dos heridos, todos militares, a consecuencia de los choques sostenidos con los revoltosos en aquel pueblo. El teniente coronel Réca, Jefe de la fuerza expedicionaria del regimiento número 16, de León, pasó a su domicilio, herido, pero no de gravedad.

Entre los muertos figura el sargento Ortiz, del regimiento 36. Uno de los soldados heridos falleció en el camión de ambulancia. Algunos soldados sufren heridas de casco de metralla, lo que prueba que los revoltosos han tirado con cañones y bombas. La mayoría de los heridos lo están en los brazos, en las piernas, y entre éstos un oficial, grave, del regimiento número 35, de guarnición en Zamora.

Se ha confirmado la muerte del capitán don Pedro Pérez Pave, del 36. Ha resultado herido también el teniente médico del mismo regimiento, don Néstor Alonso.

Venciendo grandes dificultades, hemos podido conocer los nombres de algunos heridos que han ingresado en el hospital. Son éstos: Frutos Gutierrez Alvarez, guardia civil del puesto de Santa Lucía, cuyo cuartel bombardearon los revoltosos. Tiene una herida de bala en el hombro, sin salida, de pronóstico reservado; Cipriano Praga Martínez, guardia civil de Santa Lucía, herida de bala en la región, malar, sin salida, grave; Víctor González, guardia civil, de Pola de Gordón, herida de pronóstico reservado, por metralla de una bomba, en el brazo derecho. Se la produjeron los revoltosos de Campomanes en la primera refriega; Manuel Gelcon González, guardia civil de la Robla, herida de bala con fractura del radio, de pronóstico reservado; Juan Combrado Quintana, guardia civil del puesto de Villablino, perdigonada en el párpado del ojo derecho, de pronóstico reservado en el cuartel de Villablino, que fue bombardeado por los revoltosos.

Mineros: Elíseo Alvarez, de Villaseca-Villablino, de veinte años, balazo en el cuello, gravísimo; Leoncio García Diez, da cuarenta anos, herida en la región umbilical, gravísimo.

Se encuentra en León el cabo de la Guardia Civil del puesto de Villamanin, José Moreiro Rodríguez, que fue uno de los primeros que entraron en fuego contra los rebeldes en los sucesos de Campomanes. Conversamos con él y nos hizo el siguiente relato:

Que estaba sólo en Villamanin y el resto de los guardias se había marchado a Asturias. En Villarnanín tomé el autocar donde venían de León veintinueve guardias civiles y un teniente. Al llegar al puerto de Pajares, montaron una ametralladora. Poco después — Sigue— nos desplegamos, quedando a retaguardia un sargento, con cinco guardias. Al entrar en Campomanes nos enfrentamos con los revoltosos. Las primeras palabras del cabecilla fueron: ¡Atrás!

Quisimos disparar la ametralladora, pero ésta no funcionó. Era nueva y no se habla probado. Los revoltosos avanzaban y vimos delante de ellos a un guardia civil, apresado en Campomanes. Un minero le apuntaba por detrás con la pistola, y comenzó el fuego, siendo de los primeros en caer muertos, de un tiro en la cabeza, el cabecilla que apuntaba al guardia civil. Este consiguió huir, uniéndose a nosotros. Nos fuimos parapetando en las paredes y el teniente logró abrir la puerta de una fábrica, donde entramos unos cuantos. Desde allí mantuvimos cinco horas de fuego. Todos los guardias caían heridos poco a poco, y el teniente con gran valor, salió hasta el autocar y recogió municiones, que repartió entre nosotros.

Los cañones de nuestros fusiles estaban al rojo y quemaban las maderas. Cuando ya quedábamos pocos con vida, el teniente dijo que saliese uno a avisar por teléfono o telégrafo a León. Yo me ofrecí y salí entre una nube de balas, pues estábamos sitiados y los revoltosos estaban a unos veinte metros de nosotros. Vi perfectamente que tenían lanzabombas. Vi entonces que no tenía más camino que el de la cuneta de la carretera, por donde fui arrastrándome varios kilómetros.

Cerca de mi estallaron algunas bombas, alcanzándome los casquillos. Como pude, logre llegar al puente de Fierros, a veinte kilómetros. Allí tuve que quitarme los zapatos y curarme los pies, pues los tenía sangrando. Conseguí llegar hasta lo alto del puerto de Pajares. Los revoltosos tenían cortadas todas las líneas. En un caserío me dieron café y me vestí de paisano. Escondí el fusil y el uniforme en el monte. Andando y vestido de paisano, llegue a Villamanín y vi a mis hijos a lo lejos, en la carretera. Por temor a que nadie me reconociera, no dije nada. En Villamanin logré conferenciar con León y pedir refuerzos, que llegaron a las dos o tres horas. Fueron las primeras en llegar fuerzas de infantería de Astorga y León. Me uní a los recién llegados. En el camino recogí el uniforme y el fusil, que como dije antes, había dejado escondidos y continuamos hasta Campomanes.

El espectáculo que presencié allí fue aterrador, pues vi los cadáveres de los veintinueve guardias y el teniente horriblemente mutilados. Cubrimos sus cuerpos con capas y continuamos el avance. El tiroteo seguía siendo intensísimo. Vi caer muerto a un capitán y varios soldados.

El domingo por la mañana llegó la artillería, que logró pasar a Campomanes, poniéndose en contacto con la columna de infantería mandada por el general Bosch. Estábamos rodeados por completo de revoltosos, que ocultos entre las peñas y fragosidades del terreno nos decían muy cerca: «¡Camaradas, con nosotros!».

Llevábamos dos días sin comer más que manzanas y agua. Desde una ermita y una bocamina nos hacían bastante fuego. Se lo hice notar al comandante de artillería, que disparó uno de los cañonea contra aquellas. Los revoltosos salieron de la ermita, en el crítico momento en que ésta estallaba, como si dentro tuviese una gran cantidad de municiones. La bocamina se hundió sepultando a más de
cien revoltosos que estaban dentro de ella. La infantería tomó el monte, teniendo por nuestra parte varios soldados heridos.

La situación de parte de la artillería que había quedado a retaguardia, había llegado a ser muy comprometida. Hacía falta pedir más refuerzos. Ofrecime nuevamente, pero el comandante no quería exponerme a los riesgos de un nuevo viaje, pero encontramos un automóvil ocupado por dos operadores de cine y me dieron un volante como tal operador, incorporándome a ellos. Llegamos a León y pude entregar el pliego que llevaba pidiendo fuerzas.

Desde luego hay muchos mineros muertos. En Cuanto a los comestibles, los primeros días se vivió a base de agua y manzanas. Después se dieron órdenes para que se dispusiera lo preciso a fin de obtenerlo en Campomanes. En este pueblo, que es muy importante, no habían quedado más que dos vecinos, ancianos, casi impedidos. En las casas se encontró ganado y algún comestible.

El autor de este relato fue asistido en cuanto llegó a León. Tiene los pies convertidos en una
pura llaga.


LEÓN, 12
Se van conociendo nuevos detalles del movimiento sedicioso. Un convoy que iba hacia Campomanes, encontró al llegar al puerto Pajares a cuatro guardias civiles y dos de asalto que huían de los revoltosos, Al entrar en Campomanes, vieron en las primeras casas del pueblo numerosos impactos. La casa donde se había hecho fuerte la benemérita, tenía casi destrozadas las paredes por las fuerzas de artillería que allí habían rechazado algunas agresiones de algunos pacos. Las bajas son un sargento de artillería herido y dos soldados muertos. Al entrar las fuerzas encontraron muertos a un teniente y cinco guardias civiles. Fueron también recogidos dos hombres en el camino que venían huidos, uno de Moreda y otro de Carmenes.

Cuentan que los mineros entraron en los pueblos requisando todas las armas y llevándose a toda la juventud a la fuerza. Mataron al cura. Los obreros católicos se encerraron en una casa y se defendieron a tiros.

Cuando el convoy pasaba por el lugar llamado de las Cumbres, los revoltosos lo hostilizaron. La compañía que protegía, se desplegó en guerrilla y ayudada por la artillería, que disparaba ahuyentaron a los rebeldes y continuaron su marcha.

En Boñar, unos trescientos mineros, bien armados, venían hacia el pueblo por el camino de La Loma, allí les salieron al paso doce guardias civiles y algunos paisanos, que heroicamente cooperaron para ayudar a la fuerza. Las fuerzas se encontraron con los revoltosos a la salida del pueblo. Estos se habían dividido cu tres grupos, uno de los cuales intentaba llegar al pueblo por otro camino. Apercibida de ello la benemérita, un suboficial y tres guardias se dirigieron al grupo y con sólo ochenta disparos hicieron huir a todos los revoltosos.


LEÓN, 12.
Cerca de San Román de Rodanillo, los revoltosos tirotearon un camión de intendencia en el que iban nueve soldados y un sargento. El conductor resultó muerto, y el camión se despeñó. Entonces, los revoltosos siguieron disparando y arrojando cartuchos de dinamita, y mataron al sargento e hirieron a tres soldados. El resto fue apresado. Todos ellos fueron rescatados por fuerzas de Ponferrada. Las fuerzas que acudieron dieron sepultura a los muertos en el pueblo, y detuvieron a uno de los agresores, que ha sido traído a León y está sometido a juicio sumarísimo, que se celebra en estos momentos.

En la cuesta de Santa Marina, cerca de ríadanillo y a ocho kilómetros de Bembibre, fueron tiroteados unos guardias civiles que iban en un camión. Estos repelieron la agresión, haciendo algunos heridos a los rebeldes. Estos emprendieron la huida, pero dejaron un camión, en el que había dinamita, y la prendieron fuego y al acercarse los guardias estalló, lanzando los cadáveres de éstos a enorme distancia, juntos con los restos del camión y completamente mutilados.

Varios aparatos de aviación volaron sobre los montes de Toreno, donde se hallan los revoltosos sitiados. En los pueblos, la consternación era enorme, por la magnitud da los crímenes perpetrados
por los mineros.

Hacia Bembibre, de las cuencas mineras del Bierzo, acudieron numerosos obreros armados de fusiles, escopetas, pistolas y dinamita, sembrando el terror y arrasando cuanto encontraban. Al llegar a Bembibre, llevaban varias decenas de infelices criaturas armadas con pistolas, por delante. Todos los jóvenes de los pueblos estaban indefensos, por estar concentrada la fuerza en la cuenca de Ponferrada. Después, los revoltosos rociaron el templo con gasolina, prendiéndole fuego y reduciéndolo a escombros. Sólo respetaron la imagen del Corazón da Jesús, a la que dejaron en medio da la plaza, con una inscripción que decía: «A ti te respetamos, por ser de los nuestros». Incendiaron el archivo del Ayuntamiento y saquearon numerosas casas del pueblo, entre
ellas, la de la guardia civil y la del párroco. A un farmacéutico le robaron cuatro mil pesetas en metálico y seis mil en alhajas. En la plaza Mayor, volaron una caja da caudales, propiedad de Francisco Alonso.

Mientras los revoltosos desarmaban a los vecinos, la valerosa señorita Maruja Sanz López, encargada de la central telefónica del pueblo, pedía auxilio al Gobierno civil de León y a otros puntos, hasta que fue sorprendida por los rebeldes; pero, con peligro de su vida, hizo una derivación para poder comunicar con la capital desde el teléfono de un restaurante a donde consiguió llegar y seguir comunicando con Astorga y León. Allí fue sorprendida por los revoltosos, que la obligaron a trasladarse, amenazándola con pistolas, a la oficina de teléfonos, en la que, pretextando que estaban inutilizadas las lineas, consiguió que no hablaran con los que ellos querían. Por su ejemplar comportamiento, ha recibido el reconocimiento y la admiración de todos sus convecinos.

Las fuerzas que salieron de Astorga, compuestas de una compañía de fusileros y otra de ametralladoras y doce parejas de la guardia civil, encontraron obstruida la carretera a la entrada de Torre, y a los revoltosos, apostados en los montes inmediatos. Las fuerzas se desplegaron en guerrilla y abrieron fuego con ametralladoras, causando bajas en los rebeldes, entre ellos, un conocido comunista de Bañeza. Después huyeron los rebeldes hacia los pueblos vecinos. Las fuerzas siguieron a pie hasta Bembibre, donde entraron a las diez y media de la noche. El pueblo estaba completamente a oscuras, y los vecinos, encerrados en sus casas. El aspecto era desolador. Los sonidos del cornetín de las fuerzas hicieron renacer la tranquilidad en el pueblo. Poco después intentó llegar al pueblo un auto de la matricula de Cuenca, pero las fuerzas dispararon, y los ocupantes huyeron, dejando sangre dentro del coche. Se cree que en él iban algunos cabecillas.

Las fuerzas detuvieron a numerosos elementos extremistas, entre ellos, algunos cabecillas. También se encontraron trece cajas de dinamita, armas, cartuchos de escopeta y una bandera de la Unión General de Trabajadores, nuevecita.

A Bembibre marchó el auditor para instruir las oportunas diligencias. Rechazados los sediciosos, huyeron hacia Santa Lucia, Boñar y otros pueblos, y como se hallaban ya sin municiones, desmoralizados y con heridos, algunos graves, se han refugiado en las montañas, de donde salen por las noches y se dedican a cometer actos de sabotaje en las líneas de comunicación, y en otros sitios se apoderan de lo que encuentran. Se van a dar unas batidas para detenerlos.

Por otra carretera marcharon también fuerzas hacia los mismos lugares. Detuvieron a bastantes revoltosos, entre ellos, a un maquinista de la Compañía del Norte llamado José Guerrero. Habían hecho fuego desde las esquinas de uno de los pueblos, y al contestar la fuerza resultó un minero gravemente herido y también una anciana de setenta años.

Entierro de los soldados asesinados por los rebeldes.
LEÓN, 12.
Esta tarde, a las cuatro, se celebró el entierro de los siete soldados muertos en Asturias. Los féretros eran llevados a hombros de soldados, guardias de asalto y benemérita. Presidía el entierro el general La Cerda, con el alcalde y otras autoridades. El acto constituyó una imponente manifestación de duelo. Al final fueron vitoreados ardientemente el Ejército, la República y España.


LA VANGUARDIA, 13 de octubre de 1934



El cura párroco de Pola de Gordón, don Manuel Valero, ha sido testigo también de hechos, vandálicos registrados en las inmediaciones de esta población. El señor Valero se encuentra actualmente en Pola de Gordón con el obispo de Oviedo, don Juan Bautista Luis Pérez.


LA VANGUARDIA, 16 de octubre de 1934



Los sucesos de Pola de Lena, relatados por un oficial de Telégrafos.
LEÓN, 17

Ha llegado a León don Francisco Vera, telegrafista de Pola de Lena quien ha relatado lo ocurrido en la región asturiana y especialmente en Pola. Dice el señor Vera que nada hacia prever el movimiento, por lo menos, nada se había producido con anterioridad que hiciera suponer un levantamiento.

A las siete y media de la mañana del viernes, día cinco, el alcalde de Pola de Lena se presentó en la oficina de Telégrafos para pedir auxilio a Mieres y a Oviedo por haber presentado la primera señal del movimiento.

Lo primero que hicieron los rebeldes en Pola fue atacar el cuartel de la Guardia civil, y después de un ataque durísimo, y de una resistencia enorme por parte de la Benemérita, los guardias fueron arrollados por los revoltosos que les arrebataron los fusiles.

A las nueve y media, entró el primer revoltoso en la estación telegráfica, armado con uno de los fusiles y el correaje del Guardia civil y obligó al telegrafista a comunicar a las diez de la mañana que había tranquilidad, al jefe del centro telegráfico de Oviedo. Recogieron además las llaves al telegrafista para impedirle que comunicara con ninguna otra estación, y en los días sucesivos, cuando necesitaban comunicar con Mieres, Olloniego o cualquier otro lugar, donde dominaban los rebeldes le obligaban a ir allí y le hacían transmitir las noticias que les interesaba.

Los rebeldes persiguieron a las autoridades del pueblo. Las familias del juez, del notario y el farmacéutico, tuvieron que ocultarse en un pajar, donde estuvieron los tres primeros días del movimiento. Los jefes de éste trataban de evitar que se realizasen saqueos.

Los primeros días llegaron enormes contingentes de hombres armados pues aunque el Comité central del movimiento estaba en Mieres, Pola era el cuartel general de los elementos que habían de luchar con la columna del general Bosch hacia Campomanes. Los montes estaban llenos de escopeteros. Se repartieron profusamente unas hojas rojas, en las que se indicaba se presentaran para ser movilizados todos los hombres útiles. La resistencia fuerte la realizaron en Campomanes. Allí acudieron más de mil revoltosos que atacaron duramente al cuartel de la Guardia civil.

Como la resistencia de los guardias en Campomanes fuese tenaz los revoltosos fueron obligados a retroceder.

Otra narración de los sucesos desarrollados en Asturias. - La muerte de los guardias de Asalto.
LEÓN, 17

A última hora de la tarde nos dijeron en un centro oficial que se había realizado hoy una importante operación por la columna del general Balmes que había avanzado bastantes kilómetros sin encontrar mucha resistencia. Al frente de la columna iban fuerzas de la Legión, recientemente llegadas de Marruecos. Las tropas avanzaron hasta el mediodía, en que el mal tiempo les impidió continuar la operación.

Como consecuencia de la operación de hoy ha llegado gravemente herido a León el capitán don Adolfo F. Navas, de la compañía de ametralladoras de León. También han ingresado en el Hospital, heridos a consecuencia de la explosión de una granada, un sargento y dos soldados de la Legión, lo que parece demostrar que los revolucionarios tienen algún cañón.

Las fuerzas de la Legión fueron en tren hasta Busdongo y desde allí a pie hasta Campomanes, sin que tuvieran bajas y donde se organizó nuevamente la columna que ha de avanzar hacia Olloniego. En el camino hicieron ya algunos prisioneros.

Desde Pajares a la Robla apareció hoy el suelo completamente cubierto de nieve y, por lo tanto, ésta cayó muy cerca de donde han realizado la operación las fuerzas del ejército. Las noticias de Pajares acusan que los rebeldes se van entregando y otros intentan pasar por algunos puertos hacia la provincia de León, donde las fuerzas, situadas estratégicamente, los detienen.

En Pajares habían también los revoltosos conseguido reducir a la guardia civil. El sargento y cuatro guardias que habían sido muertos fueron trasladarlos en un camión a Pola. Al bajar los cadáveres del camión se produjo un altercado porque uno de los revoltosos protestó de que no tuvieran consideración con los muertos.

Los rebeldes se habían apoderado de una ametralladora de los primeros guardias civiles que acudieron a Campomanes y que éstos no habían podido utilizar por no funcionar. La entregaron los revoltosos a sus mecánicos, que la pusieron en funcionamiento, lo que produjo gran satisfacción entre ellos.

Terminados los bárbaros sucesos de Sama de Langreo la mayor parte de los revoltosos que allí actuaron se trasladaron a Pola. A la hora de cenar y de sobremesa contaron sus hazañas, y aunque naturalmente, no esté confirmado, se jactaban de que habían combatido con 74 guardias de asalto que al fin se habían entregado y a los que hablan fusilado en el Cementerio, y también de que habían matado a siete curas. Por otros llegados de Olloniego se supo cómo había sido la emboscada en la que  habían caído dos camiones de guardias de asalto que habían salido de Oviedo para tratar de sofocar el movimiento. Los rebeldes, en número de trescientos, conocedores de la salida de los camiones de asalto de Oviedo, se apostaron y atrincheraron al lado de la carretera perfectamente ocultos. Al dar vista al sitio el primero de los camiones de guardias, cinco de los revoltosos se pusieron de pie en la carretera con sus escopetas colgadas a la espalda. Entonces los guardias pararon y los trescientos revoltosos antes de que se movieran de los carros los acribillaron a balazos, por tener prontas las armas. De los guardias sólo lograron escapar dos. Uno de ellos fue perseguido y alcanzado y fue asesinado. El otro logró internarse en el monte.

Los rebeldes de Pola, conociendo el avance de las fuerzas por Campomanes, se colocaron en plan defensivo, instalando dos cañones en las alturas inmediatas a Pola e intentaron subir con maromas a lugares estratégicos alguno de ellos. 

Los contingentes de obreros revolucionarios se formaban de grupos de cinco mil, que se relevaban en el frente de combate En un principió no pudieron utilizar los cañones porque no tenían espoleta y el hecho produjo descontento teniendo que enviar por ellas a Trubia y no llegaron hasta el día 8 o 9.

Una vez que las fuerzas del Ejército estaban en Vega del Rey, pretendieron los rebeldes realizar un ataque para destruir a la columna, y a tal efecto prepararon una máquina y un coche de correos blindado, en el que pusieron también sacos de arena que junto con un camión debidamente acondicionado iban a lanzar contra las fuerzas de Vega del Rey, realizando un formidable ataque, pues tenían gran cantidad de bombas aunque no poseían aparatos para lanzarlas.

Avanzaron hacia Vega del Rey, pero el vivo fuego de las fuerzas amedrentó a los revoltosos que retrocedieron conviniendo en que no podían lograr el ataque. En los montes tenían instaladas en sitios estratégicos ametralladoras En la iglesia de Pola de Lena tenían un enorme depósito de municiones y entre ellas once toneladas de dinamita. Al volar los aviones y bombardear la zona se apresuraron a trasladar los explosivos a una mina.

Los revoltosos hicieron los primeros días un verdadero derroche de municiones, lo que trajo después que escasearan, pues creían que encontrarían grandes cantidades en la fábrica de Oviedo y por lo visto allí sólo encontraron armamento.

La actuación de la aviación desmoralizó a los revoltosos y todos los mozos que habían sido movilizados y que estaban como escopeteros en los montes se fueron retirando a los pueblos y prácticamente desaparecieron los escopeteros de los montes cuando el jueves la aviación lanzó unas proclamas anunciando el bombardeo sino se entregaban. Al efectuar el bombardeo y ver los destrozos que las bombas causaban, la desmoralización aumentó. Tenían los rebeldes preparado un tren para funcionar entre Pola y Ablaña que no pudieron utilizar por los destrozos de las bombas.

Los revoltosos se incautaron en los primeros momentos de todos los aparatos de radio, para evitar que los poseedores se enteraran de las noticias del resto de España. Ellos daban por su parte cuenta en hojas impresas de las noticias que les parecía conveniente. En una de ellas decían que con excepción de Madrid, León y Córdoba, que no tardarían en caer, todas las restantes provincias de España estaban ya en poder de los revolucionarios. En otra que ya se habían rendido todas esas, menos Madrid que era la única que resistía.

Daban vales para ir a los comercios. El ganado escasea ya en la comarca asturiana y apenas tienen gasolina, pues los primeros días se movilizaron y desplazaron grandes contingentes de un lado para otro empleando mucho combustible.

Ante el temor de los actos vandálicos a que podrían dedicarse en la retirada, muchos decidieron huir. Nuestro informante acordó la huida con el maestro del pueblo cuando ya no dejaban salir a nadie elementos armados que rodeaban el pueblo. Tuvieron que engañar a algunos de éstos y lograron, haciendo ver que iban a dar un paseo, huir y llegar a León después de andar unos cientos de kilómetros.

Esta tarde se ha logrado, aunque con dificultades, comunicar telefónicamente con Oviedo desde León y se cree que mañana estará restablecida la comunicación.

LA VANGUARDIA, 18 de octubre de 1934


Los primeros chispazos 
Graves sucesos en Bembibre

El movimiento insurreccional tuvo en las diversas poblaciones una similitud de procedimiento, obedientes a una acción conjunta, y unificada.

En la provincia de León, en la parte que linda con Asturias, singularmente en la cuenca de Villablino, Villaseca, Santa Lucía de Valduesa y otros puntos, se registraron acontecimientos, que adquirieron relieve en Riaño, por ser propósito de los revoltosos establecer contacto y apoderarse de los altos estratégicos de Cistierna y correrse hasta Boñar y León. Este último punto era considerado de importancia excepcional por los rebeldes, por su posición estratégica, nudo de enlace importante entre las provincias de Asturias, Palencia y Galicia. Proyectaban los sublevados, la concentración en San Andrés del Rabanedo, distante dos kilómetros de León, para el asalto del aeródromo.

En Bembibre, perteneciente a la cuenca minera del Bierzo, se notó la presencia de numerosos obreros armados de fusiles, escopetas y dinamita, que sembraban el terror y arrasaban cuanto hallaban a su paso. Todos los jóvenes de los pueblos eran reclutados y obligados a irse con los revoltosos, aprovechándose de la indefensión de algunos de estos pueblos, debido a hallarse concentrada la fuerza en la cuenca de Ponferrada. En Bembibre los revoltosos incendiaron el archivo del Ayuntamiento y saquearon numerosas casas, entre ellas la de la guardia civil y la del párroco. Fuerzas salidas de Astórga hicieron su entrada en Bembibre, practicando la detención de numerosos elementos extremistas, entre ellos algunos cabecillas. Los revoltosos habían incendiado la iglesia parroquial y sólo respetaron una imagen del Corazón de Jesús, a la que colocaron una inscripción que decía: «A tí te respetamos, por ser de los nuestros.» 

Rechazados los sediciosos por las fuerzas de Astorga, huyeron hacia Santa Lucía, Boñar y
otros pueblos.

LA VANGUARDIA, 19 de octubre de 1934


Los primeros tíreteos
Llega un tren con 600 mineros

El viernes día 5, en ocasión de hallarse hablando el gobernador civil de Oviedo, señor Blanco, con los periodistas, en su despacho oficial, se inició un tiroteo en diversos puntos de la ciudad, comienzo de la insurrección en esta zona, y que había tenido como foco de origen diversos puntos de las zonas mineras, incomunicados en los primeros momentos.

El gobernador civil adoptó las oportunas medidas de precaución y dispuso que fueran reforzadas las guardias, y que varios camiones con fuerzas de Asalto recorrieran las calles de la población. A medida que avanzaba él día, se hizo más intenso el tiroteo, y al anochecer comenzaron a oírse explosiones dé cartuchos de dinamita.

Noticias que iban llegando de toda la región daban cuenta de agresiones y asaltos a los cuarteles de la Guardia civil y puestos de la Benemérita establecidos en la cuenca minera.

Mediada la mañana del viernes día 5, llegó a Oviedo un tren procedente de Mieres, ocupado por 600 mineros armados de fusiles, pistolas y escopetas. Los revoltosos ocuparon la parte alta de la población y tirotearon a los guardias, que en aquellos momentos evolucionaban para la ocupación de los puntos estratégicos.

LA VANGUARDIA,  20 de octubre de 1934

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