miércoles, 1 de febrero de 2012

La pulcra leonina

Catorce metros de altura, sesenta y cuatro escalones divididos en siete tramos y la visita privilegiada de la Catedral de León y sus vidrieras conforman el proyecto “El Sueño de la Luz”. En un grupo de unas 25 personas acompañados por una guía, durante media hora, pude disfrutar esta Navidad de la espectacular visita que ofrece esta plataforma ubicada en el triforio de la Catedral desde la que no solamente se tiene una visión directa de las vidrieras sino que también se tiene una insólita visión de la nave central.

Los objetivos del Plan Integral de Conservación y Restauración de la catedral leonesa se trazaron en una primera fase un marco temporal que abarcaba el periodo de 2006 a 2009. En el mismo, el objetivo era la restauración de una parte de sus magníficas vidrieras, así como el inicio de los trabajos en el material endémicamente más débil, que casi como paradoja resulta ser la piedra.

En la catedral de León -la más francesa de las hispanas- se produce un perfecto maridaje entre la audacia de la arquitectura gótica y el refinamiento de su decoración monumental. El visitante, una vez en el interior, quedará atrapado en la atmósfera creada por los más de 1.800 m2 de vidrieras, que traspasan de luz multicolor los muros. Tanta belleza, sin embargo, paga el alto precio de su fragilidad.

El objetivo de la primera fase fueron las vidrieras de los ventanales altos y triforios de la cabecera -en torno a 440 m2-, así como sus soportes líticos y metálicos, y ello aprovechando la metodología y experiencia de los profesionales del Taller formado en los últimos años, cuya continuidad se pretende mediante la concesión de una serie de becas, financiadas por Caja España a través de su Obra Social, y la realización de cursos de formación. Garantes del máximo respeto que la metodología aplicada confiere a la intervención son los miembros de la comisión de expertos que supervisa los trabajos, vidrieros y químicos, en permanente contacto con los restauradores y que periódicamente se dan cita con ellos en León. Dicha Comisión está compuesta por los vidrieros D. Carlos Muñoz de Pablos, D. Joost Caen y D. Fernando Cortés Pizano, acompañados por el químico e investigador del CSIC, D. José María Fernández Navarro, una de las máximas autoridades internacionales sobre el vidrio.

Los procesos de deterioro de las vidrieras se resumen fundamentalmente en tres tipos:

Agentes mecánicos

Entre éstos se encuentran los atmosféricos como el viento o el granizo, la acción de las aves, los desprendimientos de material de las zonas altas o elementos voladizos como volutas y gárgolas, y la acción del hombre.

Agentes químicos

Los segundos son motivados por la contaminación y, sobre todo, por el proceso de corrosión que afecta fundamentalmente a los vidrios medievales y renacentistas, motivado por la combinación de los efectos de la humedad con el añadido de cal y potasio, realizado para conseguir la fusión de la arena a más baja temperatura.

En su fabricación y segunda cocción, el vidrio adquiere una capa protectora que, al desaparecer, deja paso a la disgregación. Bajo los efectos de la humedad, algunos fundentes añadidos al vidrio como la cal y el potasio se disuelven con facilidad, creando una solución alcalina que ataca la estructura del vidrio, máxime si dicha capa se mantiene, iniciándose un proceso de corrosión. Esta disgregación se manifiesta mediante pequeños cráteres o cavidades -que pueden agrandarse con el tiempo- en los que se acumulan los componentes del vidrio, dejando un depósito blanco opaco.

Agentes microbiológicos

También otros agentes físicos y biológicos inciden en la degradación de las vidrieras, principalmente la acción de los hongos.

La intervención en las vidrieras se articula en dos fases: una primera de restauración propiamente dicha, a la que siguen medidas de conservación preventiva que ralentizan su deterioro. Todo el proceso es exhaustivamente documentado, pues, a diferencia de otros soportes artísticos y para mantener la esencia de la obra, la actuación sobre las vidrieras debe ser mimética respecto a las partes originales.

Tras un examen preliminar y la fijación preventiva de los elementos más vulnerables como las grisallas y vidrios fracturados, los diferentes paneles que conforman los ventanales se desmontan cuidadosamente mediante el desprendimiento del mortero y la masilla perimetrales que los sujetan a la piedra, así como los anclajes metálicos. El traslado de los paneles al taller se realiza en cajas diseñadas específicamente para garantizar la máxima seguridad.

Una vez en el taller, y tras realizar un calco de la red de emplomado y corregir las deformaciones, la elección de los métodos de limpieza más adecuados se determina según los resultados de las pruebas preliminares, partiendo de medios mecánicos -limpieza en seco- de menor a mayor dureza, desde el uso de pinceles suaves al bisturí. La limpieza en húmedo con medios químicos, que van del agua destilada a ciertos disolventes orgánicos, se evalúa y utiliza sólo de forma puntual, evitando siempre el uso de productos químicos tales como ácidos, bases o detergentes.

Las fracturas del vidrio se reparan utilizando una resina epoxídica específica, evitando la sustitución de vidrios rotos y la utilización de plomos “de fractura”. Sólo en caso de pérdida parcial o total de un vidrio se incorporará uno nuevo de características similares al original. Toda incorporación es documentada y los fragmentos sustituidos archivados. Sobre la resina epoxi utilizada para pegar se podrá reintegrar mediante pigmentos mezclados en disolución de resina acrílica en frío. Una vez concluido el proceso de limpieza se colocan los paneles en marcos de latón de perfil en “U”, sujetos con varillas de refuerzo, que mejoran su estabilidad para la nueva instalación.

En el saneado emplazamiento original de la vidriera se sitúa un vidrio de protección laminado y mateado por las dos caras, que pasa a ejercer la función de cerramiento. La vidriera se desplaza unos centímetros hacia el interior, anclada en un sistema de lengüetas que facilita su instalación suspendida, creando un “acristalamiento isotérmico” que permite la circulación de aire en torno a ella. Se evita con ello que la vidriera original actúe de barrera entre el interior y el exterior del edificio, protegiéndola de los efectos de la humedad y la contaminación atmosférica, la condensación sobre el sensible vidrio medieval y los daños mecánicos producidos por posibles impactos. Al exterior, se sustituyen las redes metálicas por mallas de acero inoxidable, que además matizan los brillos del vidrio de protección.

La segunda línea de actuaciones acomete la restauración del Pórtico Occidental de la Catedral, joya de la escultura gótica hispana necesitada de una urgente consolidación, que se extiende igualmente a sus muy perdidos revestimientos pictóricos. La delicada tarea ha obligado a extremar los estudios y análisis previos a la intervención, realizados entre 2006 y 2008, que han tenido su traducción en el apeo de las esculturas exentas de las jambas de las portadas, acometido a principios de julio de 2009. Veinte de las veintitrés esculturas han sido instaladas en el claustro catedralicio, mientras que las otras tres pasaron a su temporal exposición en la capilla de San Juan de Regla, en el interior de la Catedral. Acompaña a este apeo un estudio climático comparado, asociándose a los relieves sensores que miden las condiciones de humedad, temperatura, CO2 e intensidad lumínica en diversos puntos. Los datos aportados serán preciosos a la hora de abordar una metodología de restauración, a ejecutar en una siguiente fase.

Vista de las vidrieras desde el exterior.

Estas esculturas se han convertido en protagonistas de una visita guiada que lleva a los asistentes desde las entrañas de la cantera de Boñar hasta comprender el actual deterioro, pasando por los sabios cinceles de los maestros góticos.

La actual catedral de León, iniciada en el siglo XIII, presenta un diseño del más depurado estilo gótico clásico francés. Conocida como la pulchra leonina y catedral de santa María de Regla. Se encuentra en pleno Camino de Santiago. Es junto a la catedral de Burgos una de las mejores muestras del gótico español. La catedral de León es conocida sobre todo por lleva al extremo la desmaterialización del arte gótico, es decir, la reducción de los muros a su mínima expresión, con el objetivo de ser sustituida la piedra por el vidrio, constituyendo una de las mayores colecciones de vidrieras medievales del mundo.

Originariamente, bajo la actual ubicación de la catedral, la Legio VII Gemina había construido las termas, con un tamaño superior al del actual edificio. Durante las grandes restauraciones del siglo XIX fueron descubiertos sus restos, y en 1997 se exploraron otros junto a la fachada sur.

Durante la reconquista cristiana las antiguas termas romanas fueron convertidas en palacio real. En el año 916 el rey Ordoño II, que hacía pocos meses había ocupado el trono de León, venció a los árabes en la batalla de San Esteban de Gormaz. Como señal de agradecimiento a Dios por la victoria, cedió su palacio para construir la primera catedral. Bajo el episcopado de Fruminio II, es transformado el edificio en lugar sagrado. En la catedral se encuentra el sepulcro de Ordoño II de León, fallecido en el año 924. El templo estaba custodiado y regido por monjes de la orden de San Benito, y es muy probable que su estructura fuera muy similar a la de tantos otros existentes durante la mozarabía leonesa.

Nos hablan las crónicas del paso de Almanzor por estas tierras a finales del siglo X, devastando la ciudad y destruyendo sus templos. No obstante, parece que los daños ocasionados a la fábrica de la catedral debieron de ser inmediatamente reparados, ya que el año 999 era coronado en ella, en un acontecimiento lleno de esplendor, el rey Alfonso V. Tras una sucesión de revueltas políticas y de duras empresas bélicas, hacia el 1067 el estado de la catedral era de suma pobreza.

Ello conmovería al rey Fernando I de León, quien, después de trasladar los restos de San Isidoro a León, «se volcó en favores a la misma». Con este rey se inició una época pacífica, cosechando grandes triunfos en la expansión del reino cristiano. Era el momento del florecimiento del románico isidoriano.

Con la ayuda de la princesa Urraca Teresa de Navarra, hermana del rey, se inicia la construcción de una segunda catedral, acorde con las aspiraciones de la cristiandad románica, y dentro de su estilo arquitectónico. Ocupaba la sede episcopal Pelayo II. Su estilo era fundamentalmente románico, construida en ladrillo y mampostería, con tres naves rematadas en ábsides semicirculares, dedicado el central a santa María, como en la iglesia anterior.

Aunque toda ella estuviese ejecutada dentro de las corrientes internacionales, contemplando lo que ha pervivido de su estatutaria, podemos averiguar que tenía su carácter autóctono, utilizándose aún el arco de herradura, al menos como forma decorativa. Fue consagrada el 10 de noviembre de 1073 durante el reinado de Alfonso VI. Es de suponer que en ella trabajasen los mismos canteros que estaban construyendo la Basílica de San Isidoro de León.

Esta catedral se mantuvo en pie hasta finales del siglo siguiente. Cuando accede al trono el último rey privativo de León, Alfonso IX, se asiste en la ciudad y en el reino a un importante cambio social, de creatividad artística y desarrollo cultural.

La construcción de la tercera catedral se inicia hacia 1205, pero los problemas constructivos de los cimientos hicieron que pronto las obras quedaran paralizadas, y no se reemprendiera la tarea hasta 1255, bajo el pontificado del obispo Martín Fernández y el apoyo del rey Alfonso X el Sabio de Castilla y León, siendo esta nueva catedral de estilo enteramente gótico. El arquitecto de la catedral parece ser que fue el maestro Enrique, tal vez natural de Francia, y que ya había trabajado anteriormente en la catedral de Burgos. Es evidente que conocía la forma arquitectónica gótica de la isla de Francia. Falleció en 1277, siendo sustituido por el español Juan Pérez. En 1289 fallecía también el obispo Martín Fernández, cuando la cabecera del templo ya estaba abierta al culto. La estructura fundamental de la catedral se finaliza pronto, en 1302, abriendo el obispo Gonzalo Osorio la totalidad de la iglesia a los fieles, aunque la torre sur no se terminó de construir hasta el siglo XV. Esta prontitud en las obras le da una gran unidad de estilo arquitectónico.

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