Se entiende que la viudez fue el detonante del debut en la mina de esta mujer que tenía a su cargo un hijo discapacitado.
La hoja de matrícula dice que Teresa no fue recomendada por ninguna persona, que su sueldo es de 1,40 (pesetas) a fecha 26 de junio de 1905 y de la misma cantidad dos años después cuando su categoría laboral pasa a ser la de obrera de máquinas.
Un cambio que queda reflejado en otro documento que firman el ingeniero jefe de material y tracción y el ingeniero de las minas el 8 de agosto de 1907.
Dos años después, el 2 de septiembre de 1909, se anota su defunción. Teresa tenía 66 años y seguía en activo. Otra ficha de su expediente laboral recoge que estuvo de baja 15 días entre octubre y diciembre de 1908 por una gripe y otros 59 firmados en febrero de 1909. ¿Falleció por una infección respiratoria? ¿Tenía silicosis?
Al año siguiente de morir Teresa, el reglamento de Minas prohibe el trabajo en subterráneo a niños —menores de 14 años— y mujeres. Una norma que venía a completar la ley de 1900 que ya restringía el trabajo infantil y femenino en muchos ámbitos, pero que según los estudios que existen apenas se cumplía.
El rastro de Teresa García Fernández sigue impreso en los papeles que custodia el Archivo del MSM en Sabero. Después de muerta su expediente siguió activo. Su hijo, Santos Valbuena, «con las piernas totalmente torcidas y sin juego en las rodillas», está incapacitado para trabajar y «ha vivido siempre a expensas de sus padres y últimamente de su referida madre», señala el ingeniero de Minas. Al hijo de Teresa le concedieron 30 días de jornal a razón de 1,40 pesetas en concepto de «socorro».
La dureza de la vida y de la mina iban parejas en aquellos tiempos en que el carbón encendía las calefacciones y avivaba la sociedad industrial.
De la participación de las mujeres en el sector dan cuenta otro documentos como las fotografías del lavadero de Barruelo de Santullán que también custodia el Museo de la Siderurgia y la Minería (MSM) de Castilla y León entre la documentación que ha ido recogiendo de las empresas de las cuencas de Sabero-Cistierna y palentina sobre todo.
En 1907, con Teresa aún en activo, nacía en Villamanín Josefa Olivar López. En 1944, a la edad de 37 años, esta mujer empezó a trabajar en el escogido en la Hullera Vasco Leonesa.
Estaba casada y tenía a su cargo una hija de diez años y ambas vivían en Vega de Gordón. La guerra y la posguerra fue otra época en que el carbón ‘acogió’ mano de obra femenina sin reparos. Josefa Olivar cobraba 5,44 pesetas de jornal al día en 1944 y se jubiló en 1968 con un salario de 31,50 pesetas.
No fue la primera en la cuenca. En el grupo Ciñera entró Aurelia Leia en 1925; Teresa Testera en 1944; Lola Lombas, en la Imprevista, en 1941.
En la cuenca de Fabero, como en todo El Bierzo Alto, fueron muchas las que trabajaron en los lavaderos y escogido del carbón. Antonia Martínez, de Fontoria, empezó a trabajar en La Reguera a los 16 años, en vísperas de la Guerra Civil, machacando el carbón con porrillas. Hacían galleta para las cocinas y grancilla para las térmicas. «Al poco tiempo me despidieron porque tenía los hermanos perdidos y decían que era para sostenerlos», contó a Diario de León en 2001, cuando se cerró la mina interior de Antracitas de Fabero. Finalmente, cayó presa pero al salir de la cárcel volvió a la mina, a la Pozaca, en 1941.
Productoras, obreras, escogedoras, carboneras... son algunos de los eufemismos que han invisibilizado la labor de las mujeres como mineras. Hay muchas Teresa anónimas en la épica del carbón. Y sin embargo, nunca dejaron de estar en la mina. A las mujeres se les prohibía el trabajo en los empleos de más rango, pero se utiliza su mano de obra en labores que completan la cadena de producción y no eran menos penosas, estando a la intemperie en los crudos inviernos leoneses y al albur del maltrato y acoso, en ocasiones, de capataces y vigilantes.
En 1965 había 1.300 mujeres en España que cotizaban en el sector, una cifra que algunos cronistas atribuían «supuestamente» a los servicios administrativos. Ignoraban una realidad que los pueblos mineros como Santa Marina de Torre rescatan ahora como orgullosa memoria colectiva. «Papá, quiero ir a la mina», pedían a principios de los años 50 las hermanas Aurora, Rosa y Josefa Viloria, que contaron su historia a Diario de León en 2013. Iban cantando las canciones que oían en la radio, tan contentas por ganar un jornal. «Nos mandaban bascular vagones de carbón y nunca nos dieron unos guantes ni unos pantalones».
La mina reproducía una sociedad patriarcal en la que la mujer tenía un papel secundario, aunque era esencial. La incorporación femenina a los tajos mineros se hace anecdótica en los años 60, pero persiste en los años 80. Los certifica la ficha de una mujer nacida en Santa Lucía de Gordón en noviembre de 1962 que ingresó como pinche en la Hullera Vasco Leonesa en el 15 de agosto de 1980, a unos meses de cumplir la mayoría de edad.
En la ficha laboral consta un permiso de su padre para «efectuar trabajos industriales», de acuerdo con la ley de 1900 que regulaba aún el trabajo de las mujeres y los menores. Vivía en La Robla, era soltera y estudiaba 3º de BUP y por el poco tiempo que estuvo parece que hizo una sustitución de verano. Al verano siguiente, el 1 de julio, volvió como auxiliar administrativa, trabajo que desempeñó en la época estival hasta 1984.
Una foto del pozo Peragido, de Barruelo de Santullán, retrata a una con la ropa de faena junto a un grupo de mineros. Podría pasar por una más si no fuera porque el delantal delata su categoría como mujer de la limpieza, otro de los múltiples oficios que desempeñaron las mujeres en las minas.
El trabajo de las limpiadoras estaba tan tasado por tiempos como el de cualquier minero, como prueba el informe de valoración de mujeres de la limpieza de Hulleras de Sabero de 1972.
Economatos, escuelas, hospitalillos, la casa y la huerta eran la extensión de la mina en las cuencas mineras. Y en todos esos puestos andaban las mujeres del carbón a las que se les ha negado durante décadas formar parte de la memoria de la minería. Afortunadamente, los tiempos cambian. Y hay que hacerles hueco en la festividad de Santa Bárbara, patrona de mineros y ...mineras.
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