jueves, 5 de diciembre de 2019
Locomotoras mineras
Una de las primeras locomotoras de vapor que sirvieron en la Vasco vino del antiguo ferrocarril de Valladolid a Medina de Rioseco, donde volvió en 1994. Hoy luce en un parque de la Ciudad de los Almirantes.
No es la única de la Hullera que pervive fuera de León. Otra, la 1026-168, fue adquirida en 1995 por el Centro de Iniciativas Ferroviarias Vapor Madrid. Hoy se encuentra en las instalaciones de La Poveda de esta asociación, en la localidad de Arganda del Rey, como uno de los emblemas de su museo.
Las minas de Santa Lucía estaban conectadas con los lavaderos de carbón mediante una línea férrea, y por otra a su vez con las vías de la Compañía del Norte, más tarde Renfe. Para ese trasiego, cuenta Manuel Serrano, se llegaron a emplear también tres locomotoras de vapor adquiridas de segunda mano: La Nº 1, conocida como «Sagarminaga», construida por Sharp Stewart en 1887 y adquirida en 1907 al Ferrocarril Bilbao-Portugalete; la Nº 2, «Amézola». de la misma marca y comprada a la misma línea de ferrocarriles, y una tercera, la 030-ST, que correspondía a un lote de dos unidades fabricadas en 1882 por Robert Stephenson con los números de fábrica 2521/2522 para una sociedad británica encargada de la construcción del ferrocarril Bobadilla-Algeciras.
Esta última fue comprada por la Vasco en «una fecha incierta» y bautizada como «Olabarri». Empleada en el apartadero de Ciñera, al ser dada de baja fue trasladada a las instalaciones de Santa Lucía, donde aún permanece en el antiguo grupo Fábrica a la espera de que un día puede tener una vida mejor.
La Hullera Vasco Leonesa contó con instalaciones no sólo en Santa Lucía sino también en Matallana de Torío. Estas últimas contaron desde 1892 de una red férrea con el mismo fin, sólo que con distinto ancho de vía para adaptarse al ferrocarril de La Robla a Bilbao. Las primeras locomotoras fueron dos 020-T, cuenta también Manuel Serrano, construidas por Couillet en 1891. Más tarde, sigue narrando este investigador, se incorporaron otras dos, del tipo 021-ST, construidas en 1903 por Hudswell Clarke y destinadas, en principio, a la sociedad San Salvador Spanish Iron Ore, de Cantabria, donde recibieron los nombres de «San Justo» y «Santa Ana» que mantuvieron en la Vasco, que sólo les añadió los números 4 y 5. Hoy ambas subsisten en Gran Bretaña. La número 4, «San Justo», en el Launceston Steam Railway y la número 5, «Santa Ana», en el Brecon Mountain Railway.
Ambos museos han vuelto a dar vida a zonas parecidas a Gordón, pero con un futuro prometedor por delante. «Al margen de la falta de sensibilidad, seguimos teniendo un importante déficit de visión de futuro. No digamos nada de lámparas, candiles, cestos, hachos y picas, barrenas, faroles, cascos...», insiste Alfonso García. «La idiosincracia de los españolitos -comenta Serrano- tiene una base, «esto es viejo, ya no sirve para nada». De ahí el menosprecio a todo lo que se considere viejo, sin tener en cuenta que forma parte de nuestra historia». Hoy, sólo una pequeña representación de las pequeñas locomotoras de interior y algunos vagones decoran pueblos de Gordón como Santa Lucía, Vega o Ciñera.
La chatarra de las minas se pagó a 5 pesetas el kilo, recuerda Manuel Serrano. «Yo he presenciado como se quemaban coches de madera en Aranjuez con el único fin de recuperar el hierro o los metales. Es triste este comportamiento que nos deja sin herencia y causa una terrible envidia ver que en países como Inglaterra, Francia, Suiza...hasta en Portugal representan el progreso y la evolución de la sociedad», concluye Serrano.
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