martes, 5 de octubre de 2004

Hullera Vasco-Leonesa

El antecedente inmediato de Hullera Vasco Leonesa es la Sociedad Colectiva José Amézola y Compañía, constituida en Bilbao el 12 de agosto de 1889 con el fin de explotar las concesiones Basura, Abandonada, Competidora, Olvido, Candelaria, Sorpresa y Zarpa, situadas en La Pola de Gordón. En 1893 buscan la participación en la empresa de nuevos socios vascos, para ampliar y mejorar las explotaciones. Nace así, con una escritura firmada en Bilbao el 19 de octubre de 1893, la Sociedad Hullera Vasco Leonesa, con un capital de 1.375.000 pesetas, representada por 2.750 acciones de 500 pesetas cada una.

Según consta en el libro de José Andrés González Pedraza:

"Las distintas empresas que explotan durante el siglo XX la zona minera de Matallana de Torío confluyen en la Sociedad Regular Colectiva Valle y Díez, que nace el 28 de febrero de 1934. Los únicos socios son Emilio del Valle Egocheaga y Francisco Díez Rodríguez, con una aportación conjunta de bienes valorada en 500.000 pesetas. Emilio del Valle ya había mantenido una empresa que llevaba su nombre y aporta todos los bienes y derechos que adquiere de la anterior Sociedad Minera Anglo-Hispana (1909-1931) a través de Enrique Benito Chávarri. Por su parte, Francisco Díez llevaba años con el arrendamiento de la mina "Carmonda". La Sociedad nace con el fin de poner de nuevo en marcha explotaciones paralizadas en 1931 y 1933, a causa del excesivo coste del carbón extraído y de los contínuos agobios financieros.

Locomotora San Justo el 1 de abril de 1970.

Las minas se situan en las proximidades de Matallana de Torío, con una extensión de 2.500 Has. y un total de 46 concesiones, entre ellas: "Milagro de Guadalupe", "Mercedes", "Nuestra Señora del Rosario", "Pilar", "Nati 2ª", "Universo", "Collín", "Chimbo", "2ª Adela" y "2ª Concha". La división principal comprende tres grupos: Socavón, Picalín y Bardaya. El más importante es Socavón, donde se explota la capa "Argüeso", con una potencia media de 80 centímetros. Los carbones de los diversos grupos son transportados por un ferrocarril minero a los distintos lavaderos, y de éstos, a la estación de Matallana para el Ferrocarril de La Robla a Valmaseda. La cuenca cuenta, entonces, con numerosas instalaciones -transportes interiores y exteriores, llavaderos, talleres-, consecuencia de la inversión de sumas considerables de dinero por las diferentes empresas, a pesar de las limitaciones geológicas del yacimiento y de que las empresas han arrendado a particulares las Explotaciones.
En febrero de 1935 Emilio del Valle Egocheaga se asocia también con Alfonso Peña Murguía para crear la sociedad mercantil "Valle y Peña S.L.", sucesora de "Alfonso Peña Vea Murguía", representante de carbones. Durante la Guerra Civil, son destruidas la mayoría de las instalaciones y se paralizan los grupos Bardaya y Socavón, situados a 200 metros del frente.Durante estos años, el 98% de la producción, totalmente militarizada, se destina a la Compañía de Caminos de Hierro y a la Compañía Madrid-Zaragoza-Alicante (M.Z.A.). De las estrechas relaciones con la empresa vecina, Hullera Vasco Leonesa -La construcción del lavadero de Santa Lucía en 1935, el arrendamiento de las minas, la transferencia de cupos-, surge la adquisición de la mayoría de las acciones en 1943: el 21 de diciembre de 1943 los dos socios disuelven, de mutuo acuerdo, la Sociedad Regular Colectiva Valle y Díez, para la integración de todas sus propiedades en Hullera Vasco-Leonesa.
La S.R.C. Valle y Díez se había dedicado, además, a la contratación de obras públicas, como el Pantano de Villameca (León), adjudicado por la Dirección General de Obras Hidráulicas el 28 de febrero de 1935, y la Carretera Espinilla-Piedras Luengas, en el límite entre Cantabria y Palencia. Ambas obras pasan por numerosas dificultades. Primero son interrumpidas por la Guerra Civil y luego existen numerosos retrasos en el pago de las certificaciones."
Desde 1943 la Hullera Vasco Leonesa explota las minas de la empresa SRC Valle y Díez, que en su gran mayoría son las de la Anglo-Hispana, minas que ya venía trabajando, en arriendo, desde 1939 Emilio del Valle. En años sucesivos la empresa fue adquiriendo nuevas minas.

Hasta 1955 funcionó la fábrica de aglomerados de Matallana, que producía briquetas.

El tráfico de vagones entre las minas y la fábrica de Matallana se realizaba gracias a locomotoras como la San Justo nº 4, construida por Hudswell, Clarke & Co, ó su gemela la Santa Ana, de dos ejes. En la actualidad esta locomotora está en Inglaterra en un ferrocarril turístico.

Se explica que estos trenes cargados de carbón, como que tenían tan sólo el freno de la locomotora, habían de recurrir a un sistema de frenado curioso; en los vagones iban unos cuantos pinches, que a la señal del maquinista, introducían un palo por el agujero de la rueda del vagón, frenándola en seco. Al arrastrarse la rueda sobre el rail se le hacía un plano, por lo que el rodar de los vagones producía un ruido característico. A esta operación le llamaban meter la galga.

A las locomotoras de vía metrica que bajaban los vagones desde la fábrica hasta la estación del Hullero se las conocía como las "hispaninas" y al trayecto que recorrían, la vía de "La Hispana". Esta vía también se había construido en 1892 con ancho de 55 centímetros, pero pronto se transformó a un metro. En agosto de 1971 se desmonta la vía de Bardaya a la Fábrica ( de 4.400 metros ) y de la Fábrica a la estación de Matallana ( 2.500 metros ).

El 26 de octubre de 1961 la Hullera Vasco Leonesa adquiere la mina El Oro con sus 117 trabajadores, lo mismo ocurre con la mina María el 1 de agosto de 1962 y Bisvita el 31 de julio de 1964.

En la siguiente fotografía, de los años ochenta, se puede ver el lavadero ya en desuso, construido por Talleres Obregón en 1959, y que empezó a funcionar en noviembre de 1960. El 12 de mayo de 1979 deja de trabajar, al entrar en funcionamiento el nuevo lavadero de La Robla.

Lavadero del Grupo Fábrica.

La complicación del yacimiento y la irregularidad de las capas obligó a un continuo abandono de labores desde la década del 60. Así se cierra Bisbita en el 1964, Coladilla en el 1964, Collín en el 1965, Picalín en el 1967, Bardaya en el 1970, Tabliza en el 1984 y San José en el 1985.

La experiencia acumulada durante más de cien años se utilizó para la realización del Proyecto Nueva Mina que permitirá la explotación a mayor profundidad de los sinclinales de Llombera y Matallana.

Compañía minera Anglo-Hispana (I)

VI CONGRESO INTERNACIONAL SOBRE PATRIMONIO GEOLOGICO Y MINERO
FABERO, LEÓN, 29 DE SEPTIEMBRE-2 DE OCTUBRE DE 2005)

"Documentos sobre la Anglo-Hispana de Minas en el Archivo de Hullera Vasco-Leonesa"
José Andrés González Pedraza

Fundación Hullera Vasco-Leonesa archivo@fhvl.es

En el Archivo de Hullera Vasco-Leonesa, gestionado por la Fundación Hullera Vasco-Leonesa, se conserva buena parte de la memoria de las empresas que explotaron las cuencas mineras de León y Palencia en los siglos XIX y XX, cuencas que fueron pioneras en el desarrollo industrial español.(1) Entre los diversos fondos documentales, un pequeño conjunto de documentos testimonia la actividad de la Compañía Minera Anglo-Hispana. Esta empresa explotó de 1909 a 1930 las minas situadas en las proximidades del pueblo leonés de Matallana de Torío, constituyendo un extenso coto de unas 2.500 hectáreas enclavadas en los términos de Matallana de Torío y Orzonaga. La zona de explotación del carbón se encontraba en un sinclinal de caliza y el paquete de capas estaba plegado seis o siete veces en una longitud de unos 5 kilómetros.

Hoy, el recorrido por esta zona a través de la denominada tradicionalmente Carretera León-Collanzo muestra al viajero numerosos restos en ruinas de un pasado de febril actividad minera: escombreras, lavaderos, vías férreas que eran antigüos ramales, etc. Desde aproximadamente 1890 hasta el cierre de los grupos mineros de esta zona en la década de 1980 del pasado siglo, diversas empresas han hecho toda clase de sacrificios para dar vida a una cuenca minera con capas de carbón irregulares en cuanto a la dirección, inclinación y potencia. Los inicios coinciden con el despegue de la minería leonesa, favorecida por el ambiente de expansión de los capitales ligados a la metalurgia vasca, por el nuevo ferrocarril de La Robla a Valmaseda y por la política proteccionista desarrollada desde 1891. Pero las expectativas creadas por el ferrocarril no se cumplieron por varias razones: primera, algunas minas necesitaban ramales para conectarse con la vía férrea general; segunda, las minas no aportaban al ferrocarril el tonelaje de carbón necesario para hacerlo rentable, dadas las dificultades de la producción; y tercera, los consumidores bilbaínos favorecieron el consumo de carbón asturiano. Con frecuencia, las explotaciones en esta zona pasaron a finales del siglo XIX y hasta bien avanzado el siglo XX por períodos críticos de abandono, hasta que otra nueva empresa llegaba con propósitos renovados.

El origen de las primeras empresas mineras en la cuenca de Matallana se debe a las inversiones de capital de empresarios y hombres de negocios que, además, poseían acciones en las empresas mineras vizcaínas, en la línea del ferrocarril, en las empresas metalúrgicas o en las empresas navieras. Constituida la Sociedad Carbonífera de Matallana el 6 de marzo de 1890, cedió todos sus derechos y explotaciones a la Sociedad Hulleras del Torío el 18 de julio de 1901, que era la misma empresa pero con distinto nombre. Esta sociedad quebró en 1909 y se vendieron todos sus bienes en pública subasta a Harry Mase, en nombre de la Compañía Minera Anglo-Hispana.. En efecto, en la escritura de venta formalizada en Bilbao ante el notario Francisco de Santiago comparecieron Harry Mase, súbdito inglés, de 52 años de edad, vecino de Londres (Lloane Garden, 2), Ernest Boivie, también inglés, y el vicecónsul James Reid como intérprete. La compraventa incluía 44 concesiones mineras, varias casas destinadas a la dirección y cuartel de obreros así como fincas y tierras destinadas a cuadras y escombreras, además de básculas de carga de carbones, hornos de cock, calderas de vapor, depósitos de agua, almacenes, laboratorios etc. En la escritura aparecen descritas con detalle la maquinaria existente, como una bomba Duplex aspirante e impelente, una caldera Richemond, 24 hornos de cock sistema Koppe, un lavadero sistema Evrard con canal de vertedera, 6 lavaderos Humbold y una prensa para la fabricación de aglomerados sistema Villon y Roux, procedente de la Societé de Constructions Mécaniques d´Alais, entre otros materiales.

Esta escritura es un ejemplo de documento privado que adquiere la categoría de público, porque interviene un notario que tiene la capacidad de otorgar fe pública de la compraventa y porque se hacen públicos los derechos y obligaciones que afectan a las partes y los compromisos a los que debe atenerse el comprador. Una vez que la compañía se hizo cargo del negocio y desarrolló su gestión en el terreno, las relaciones con los particulares y las instituciones locales crearon numerosos lazos contractuales y mercantiles, en los que el contrato, el convenio o el acuerdo representaron la materialización en documentos de la voluntad de todos los protagonistas de la vida local (propietarios de fincas, ayuntamientos, otras empresas dedicadas a la explotación de minas o al transporte) de ordenar el sistema económico del que son partícipes y principales beneficiarios Estos documentos escritos surgieron de la práctica duradera y repetida del uso o de la norma no escrita hasta adquirir una estructura expositiva que se repitió siempre y permanece como modelo. La empresa mantuvo el archivo de estos documentos porque es el lugar al que acudir para comprobar sus derechos y obligaciones. En el archivo, la empresa encontraba la justificación de su propia existencia. Veamos algunos ejemplos, derivados de la necesidad que tuvo la Anglo-Hispana de disponer de una infraestructura que permitiera el máximo beneficio en la explotación de las minas.

Por ejemplo, diversos "Memorándums de acuerdos de arrendamiento" de las concesiones mineras a particulares. En ellos, el arrendatario podía disponer de la mina o de la capa de carbón, estaba obligado a extraer una cantidad estipulada y a pagar un canon por cada tonelada de carbón extraída. Era de cuenta del contratista todo lo necesario en artículos de almacén y herramientas así como el pago, a modo de anticipo, del seguro y del retiro obligatorio de los obreros que aportaba el contratado. Generalmente, el arrendatario estaba obligado a entregar todo el carbón que explotaba en las capas y a seguir las indicaciones del ingeniero-director de la empresa sobre la manera de llevar a cabo la explotación. Estos arrendamientos funcionaron como una cesión de derechos y se aplicaron también a otros bienes. Así, en 1921 la empresa arrendó a Manuel Abastas, vecino de La Pola de Gordón, un muelle cargadero de carbón sito en la estación de Matallana por 300 pesetas anuales; en 1924 la Anglo-Hispana acordó con el vecino de León Toribio Rueda la construcción de un cargadero de piedra con apartadero sobre la vía que es propiedad de la Compañía y que discurría desde la estación de Matallana hasta sus instalaciones. El arrendatario pagaba a la empresa una renta anual por el terreno y además un canon por cada tonelada de piedra que transportaba por el ramal. Al contrario, en 1923, la Sociedad Larrañaga y Cía. cedió a la Anglo-Hispana los derechos sobre un cargadero construido por la primera en terrenos cedidos en 1917 por el pueblo de Robles de Torío.

También fue necesario el abastecimiento de maquinaria y de fluido eléctrico. En 1919 la empresa y la Comisión Delegada de las Eléctricas de León firmaron en Bilbao, sede social de la Anglo-Hispana, un contrato de suministro y consumo por el que la Comisión ponía a disposición de la empresa un mínimo anual de suministro regular y continuo para sus instalaciones por un precio de 7 céntimos kw/h. consumido, con un compromiso de consumo mínimo mensual por parte de la empresa de 25.000 kw. En 1925 se firmó un acuerdo en Luchana entre Abraham Vallis, director de la Anglo-Hispana y Emeterio Gutiérrez, inspector del material móvil de los Ferrocarriles de La Robla, para que dos vagones prestaran servicio exclusivo a la empresa minera en las vías entre Matallana y La Robla.

Un aspecto importante en la relación de la Anglo-Hispana con otras empresas y particulares fue la construcción de edificios industriales. En 1921 la empresa inició la construcción de un lavadero Draper en Matallana, sistema cuya patente exclusiva para España la tenía la Compañía General de Carbones, una empresa con sede en Barcelona. Disponemos del documento que detallaba las obras en cuanto a los cimientos, el alzado y el funcionamiento del lavadero. En un primer momento, la Anglo-Hispana pagó a la Compañía General de Carbones un canon por cada tonelada de carbón que salía del lavadero siempre que éste lavara un mínimo de 12.000 toneladas al año. Posteriormente, en 1923, la Anglo-Hispana compró la totalidad del lavadero por 100.000 pesetas pagaderas en 10 años. Entre las dos empresas debió existir una relación accionarial ya que en el documento se acordó un canje de 100 acciones de la Anglo-Hispana que poseía la Compañía General de Carbones a cambio de 5 acciones de la Compañía General de Carbones por cada acción de la Anglo-Hispana.

También fue importante la solución del problema del transporte. La empresa debió construir, en primer lugar, sus propias vías o ramales para enlazar las minas con el tendido general de la línea de La Robla y así dar salida a los carbones de forma rápida y económica y, en segundo lugar, debió instalar los cables de tracción para transportar los carbones desde las minas al lavadero y a la fábrica de briquetas en Matallana.

La estación de Matallana estaba en comunicación con las minas a través de un ramal de vía de 1.540 metros de longitud. En el Archivo se encuentran algunos documentos fechados en 1914 donde se procedía a la liquidación, valoración y cubicaciones de las obras del ferrocarril de Cangón a Bardaya, con la relación de la superficie explotada y de los propietarios que fueron expropiados. Estas obras fueron una continuación de las que llevó a cabo la Sociedad Carbonífera de Matallana en 1892 con el tranvía de Robles a Cangón. En un documento del mismo año 1914 y posteriormente en otro del año 1928 se acordaron con la Compañía de los Ferrocarriles de La Robla las condiciones para la circulación de los trenes y máquinas por el citado ramal, cómo y cuándo debían hacerse las maniobras y quién era el encargado del mantenimiento de los semáforos, el teléfono y la aguja del cambio de vía. Las divergencias sobre la interpretación del convenio se resolverían según el criterio del Juzgado de Primera Instancia de Bilbao.

Un conjunto de correspondencia datada en 1921 nos aporta información valiosa sobre la instalación de un cable de tracción aérea para el transporte de carbón desde las minas de Collín en el pueblo de Orzonaga a las instalaciones del lavadero y fábrica de briquetas en Matallana. La totalidad de la maquinaria fue adquirida a la Sociedad Minas de Castilla La Vieja y Jaén, con aparatos tensores, motor eléctrico etc. La citada maquinaria había sido construída en 1913 por la Sociedad Franco-Española de Trefilería, Cablería y Tranvías. El cable estaba instalado en Mina Rafaelito, en La Carolina (Jaén) e iba desde la mina hasta la estación del ferrocarril. Fue desmontado por el ingeniero Isidoro Campos Salazar, con quien se hizo un contrato para tal fin, transportado en carros a la estación de ferrocarril de La Carolina y montado nuevamente en Matallana. Tenía una longitud de casi 4 kilómetros con una velocidad por segundo de 2 metros y un total de 46 caballetes metálicos para su sujección.

Las relaciones con los poderes locales también generaron otra serie de documentos. Por ejemplo, los litigios por el abastecimiento de agua, tan necesaria para la actividad minera, y la necesidad de ocupar terrenos para una empresa que estaba en expansión e intentaba crear una infraestructura que aumentase la productividad de las minas y asegurase la rentabilidad del negocio. En estos aspectos el Archivo conserva varios expedientes.

Uno de ellos es un expediente de denuncia ante el Gobierno Civil de León por la Junta Vecinal de Matallana contra la Anglo-Hispana, a la que acusaba de aprovechar todas las aguas comunales de un manantial cercano, dejando al pueblo sin agua. La empresa alegaba que llevaba décadas abasteciéndose de esa agua para la casa cuartel de los obreros, casa que, según el documento, tenía 28 viviendas.

Otros expedientes están elevados al Distrito Forestal de León, para conseguir la ocupación de los terrenos en varios términos municipales. El expediente incluye una memoria explicativa de la empresa para justificar la ocupación y el convenio con la Junta Administrativa correspondiente. La ocupación se justificaba para la instalación de vías de arrastre del mineral, escombreras, pozos, caminos etc. indicando que no se producían perjuicios para el pueblo por ser terrenos incultos y poco maderables. En los convenios firmados con las Juntas Administrativas, éstas se beneficiaban del pago de un canon por la empresa por cada 1.000 metros de terrenos ocupados. En 1917, con el dinero que recibió a cambio de los terrenos, el Ayuntamiento de Vegacervera adquirió un solar sobre el que edificaron una escuela subvencionada por el Estado. Sin embargo, las dudas sobre la legalidad de las actuaciones de la empresa siempre permanecieron y con frecuencia era considerada como dudosa, en los municipios, la propiedad de los terrenos y aún más difícil la prueba documental de la propiedad. En 1922-1923 surgió un conflicto con el pueblo de Matallana con motivo de varios hundimientos en labores, bocaminas o explotaciones que fueron denunciadas por los vecinos, acusando a la empresa de ocupar de forma ilegal los terrenos. Después de una huelga de obreros y sucesivos robos de cable telefónico a la empresa, ésta presentó una oferta de acuerdo según el cual aportaría 1.200 pesetas siempre que se destinaran a la instalación de luz eléctrica en Matallana y, en lo sucesivo, pagaría 24 pesetas al mes, correspondiente al consumo de 24 luces. La empresa también facilitaría carbón a los vecinos a la mitad de precio, siempre que lo destinaran al uso doméstico y no lo revendieran. No consta si los vecinos aceptaron la oferta o no, pero el expediente aporta valiosa información sobre el sutil juego de maniobras en el ámbito local para conseguir resultados ventajosos.

La administración central, que otorgaba las concesiones administrativas para la explotación de las minas, se reservaba también, a través de sus órganos locales competentes, la superior capacidad de inspección de los trabajos mineros para que se desarrollasen de acuerdo a las condiciones de salubridad, seguridad e higiene que establecía la ley. Es la actividad que históricamente se ha denominado "policía minera" Como consecuencia de su aplicación, las empresas debían mantener al día los "Libros de Policía Minera", en los que se recogían las actas de visita del ingeniero del distrito, que podían ser ordinarias o extraordinarias. En el Archivo se ha conservado el libro de actas de la Minera Anglo-Hispana, en el que se recogieron actas de pruebas de funcionamiento de calderas de vapor con la descripción de sus capacidades, componentes, medidas, superficies, el nombre del constructor; la descripción del lavadero con sus cribas, cajas, prensas, etc. así como la descripción de los accidentes que tuvieron lugar en la empresa, en actas redactadas y firmadas por el ingeniero del distrito.

Por último, vamos a mencionar un expediente de enorme interés testimonial, como es el de la instalación de la Guardia Civil en las cuencas mineras. Desde 1892 los propietarios de minas de Matallana venían reclamando la presencia de la fuerza armada en la comarca, para asegurar la propiedad privada de las instalaciones y maquinarias y asegurar la presencia armada del poder central en unas cuencas en los que el poder reivindicativo de los sindicatos de trabajadores iba en aumento. Por fin, en 1898 se autorizó la creación de puestos en varios sitios de la provincia leonesa, entre ellos Matallana. Los cuarteles se instalaron en casas propiedad de los ayuntamientos o por particulares mientras las compañías mineras pagaban el arriendo. Los documentos del Archivo describen las casas cuartel con detalle y un acuerdo de 1923 repartió el pago del arriendo entre varias empresas mineras de la zona, lo que nos sirve para conocer que en 1923 explotaban la cuenca: la Compañía Anglo-Hispana, representada por Sidney Davies, la Mina Carmonda, representada por Alfonso Villar, a la vez Secretario del Ayuntamiento de Matallana, la Mina Valenciana representada por Marcelino Uriarte, la empresa Brugos y Cía., la mina del Señor Miranda y la empresa Gutiérrez y Cía., representada por Elipio Martínez.

No sabemos por qué la empresa cesó su actividad en 1930. Quizás a causa de los problemas de liquidez de la empresa, las dificultades para la explotación de los yacimientos o los cambios de intereses de los accionistas, el hecho es que la Compañía Minera Anglo-Hispana vendió sus propiedades en 1930 a Enrique Chávarri por un total de 350.000 pesetas. En aquel año sabemos que presidía la empresa Federico Boladeres, con la mayoría de las acciones, siendo el resto de accionistas Javier Alarcón, J.F. Humarán, Abraham Vallis, Eudoro de Isusi y Manuel Besga. Algunos meses más tarde Chávarri traspasó los derechos de compra a Emilio del Valle Egocheaga.

1 La Fundación Hullera Vasco-Leonesa es miembro de la Sociedad para la Defensa del Patrimonio Geológico y Minero y ha dado a conocer en varias ocasiones, dentro de los foros de la Sociedad, sus actividades en defensa del patrimonio documental. Por ejemplo, González Pedraza, José Andrés "Organización, conservación y difusión del patrimonio documental en Hullera Vasco-Leonesa" En Actas de la Primera Sesión Científica sobre Patrimonio Minero Metalúrgico (Almadén, 21-22 de octubre de 1996, pp.283-291); González Pedraza, José Andrés "Patrimonio documental minero: el Archivo de Sociedad Anónima Hullera Vasco-Leonesa""En Actas del Simposio sobre Patrimonio Geológico y Minero (IV Sesión Científica) (Bélmez, 28-30 octubre de 1999, pp.293-306). La Fundación Hullera Vasco-Leonesa también ha publicado la
"Guía del Archivo de Sociedad Anónima Hullera Vasco-Leonesa". Más información sobre el Archivo está disponible en la página web www.fhvl.es

Compañía minera Anglo-Hispana

La Compañía Minera Anglo-Hispana se constituyó en 1910 en Bilbao con un capital de 750.000 pesetas. Los gerentes ingleses de la compañía se establecieron en un caserón situado en Matallana, cerca de las minas, algo por encima del antiguo cuartel de la Guardia Civil, que se conocía como la "Dirección". Entre los dos pasaba el ferrocarril de via de 55 centímetros que comunicaba los lavaderos con las minas del Socavón, Picalín y Bardaya. En 1921 se construye un nuevo lavadero. La Compañía Minera Anglo-Hispana se hace cargo de las minas hasta 1931 año en que vende sus concesiones e instalaciones, ante los elevados costes de extracción del mineral que impidieron una conveniente progresión de los trabajos.

En esta foto de la fábrica de Matallana de alrededor de 1935, por tanto de la empresa Valle y Díez, se puede observar como aquí se centralizaba toda la actividad. De derecha a izquierda se ve la escombrera y el tendejón, descargue de la línea de baldes que venía de la mina Collín (Orzonaga). Detrás, el almacén. De los edificios centrales, el de atrás era la fábrica de briquetas. La vía estaba al servicio del lavadero y cargue de briquetas. A la izquierda, instalaciones de los hornos de cok, excepto el elevador de escombros del lavadero viejo y el edificio, se ve el tejado, de la caldera de vapor para la prensa de briqueta, con la chimenea, a su izquierda.

Fábrica de Matallana en 1935.

Se explica una anécdota divertida del desmontaje de los hornos de cok. Para realizar la operación habían venido unos trabajadores de la Babcock & Wilcox de Bilbao, que se alojaban en la fonda de La Estación. El trabajo lo hicieron en invierno y, una de esas mañanas en que se iban andando a trabajar, les salió un perro ladrando y al agacharse para coger una piedra, estando el suelo helado, no pudieron y tuvieron que pasar un mal rato. Después comentaban, no sabemos si con gracia o enfado, que menudo pueblo al que habían ido a parar, en el que ataban las piedras y soltaban a los perros.

Recuerdo como mi abuela explicaba que durante los años de la Primera Guerra Mundial los ingenieros franceses se tuvieron que ir a su país por que estaban en guerra (? Quizás se refería a los ingleses?).

Edificio de oficinas de la fábrica de Matallana hacia 1935.

"Documentos sobre la Anglo-Hispana de Minas en el Archivo de Hullera Vasco-Leonesa"

Hulleras del Torío

En 1901 la Sociedad Carbonífera de Matallana pasa a denominarse Hulleras del Torío, sociedad fundada en Bilbao. Hulleras del Torío arrienda sus minas al propietario parisino Georges Walravens por un canon anual de 50.000 pesetas. En ese mismo año 1901 se funda en Bilbao la empresa Hulleras de Matallana, como filial de La Minera Asturiana, para adquirir y explotar las concesiones de Hulleras del Torío.

Preparando el frente de arranque.

Se constituye con un capital de 2.500.000 pesetas, pero tras los pagos a Hulleras del Torío y a La Minera Asturiana se queda en 500.000 pesetas, capital insuficiente para poner en explotación un coto tan grande. En breve tiempo la sociedad pasó por varias manos hasta acabar en poder de una compañía francesa (Charbonnages de Matallana SA, 1903), que adquirió las concesiones en 1903 por un total de 1.900.000 pesetas, la cual, después de preparar instalaciones y accesos sufrió un descalabro financiero que la obligó al abandono de la actividad hacia 1904.

Volcador de vagonetas sistema Westfalia, 1912.

En 1906, en el área de Matallana, el coste de la tonelada de hulla en la bocamina era de 6,75 pesetas y puesta sobre vagón se elevaba a 11,99 pesetas.

Recuerdo como mi abuela explicaba que durante los años de la Primera Guerra Mundial los ingenieros franceses se tuvieron que ir a su país por que estaban en guerra (? Quizás se refería a los ingleses?).

lunes, 4 de octubre de 2004

Lavadero de carbón Évrard

Lavadero de corona Évrard

El lavadero de corona Évrard fue ideado por Maximilien Évrard y estaba formado por un cuerpo de bomba central de 5 metros de diámetro, rodeado de una corona circular de 5 metros de altura llena de agua. Dentro de esta corona estaba colocado un tamiz (Criba) inclinado, sumergido en un tercio de su superficie. Este tamiz inclinado giraba alrededor de un eje. El pistón, situado en el cuerpo de bomba central, impulsaba, mediante los golpes que daba, el agua por debajo del tamiz. El carbón a lavar se cargaba en el punto en donde la criba se iba sumergiendo dentro del agua y se clasificaba, gracias a los golpes de pistón, durante la inmersión de la criba. Cuando ésta salía fuera del agua se retiraba el carbón limpio mediante paletas que conducian los diferentes tamaños a las tolvas en donde se cargaba, posteriormente, en vagones. Este tipo de lavadero, debido a la complejidad del mecanismo, tenía un mantenimiento muy costoso.

Lavadero Évrard de 1892.

Lavadero clasificador Évrard

En el grabado anterior se puede ver un lavadero clasificador Évrard. Este aparato de grandes dimensiones comprendía una cuba de lavado (a), cilíndrica o rectangular, de siete a ocho metros de profundidad y de cinco a seis metros cuadrados de sección. Por la parte inferior esta cuba se comunicaba con la cuba de pistonado (b), que tenia la misma sección, pero menor altura. Las dos cubas se mantenían casi llenas de agua. La cuba de pistonado estaba herméticamente cerrada, pudiendo recibir por su parte superior una corriente de vapor que se condensaba en parte, calentando las capas superiores de agua, y presionando sobre ellas como un pistón.

Se colocaba sobre la cuba de lavado la carga de carbón a tratar, aproximadamente unas 4 toneladas, sobre una plancha perforada, situada a dos metros por debajo del borde superior del agua. Enviando vapor hacia lo alto de la cuba de pistonado se hacía subir el nivel del agua en la cuba de lavado. Posteriormente se dejaba escapar el vapor, haciendo descender al agua en la cuba de lavado. Una vez hecho esto se dejaba reposar la masa de carbón lavado durante unos minutos. En este momento se elevaba el carbón a lavar mediante un cilindro hidráulico (e), movido por el agua de la cuba de presión (c), a la que se hacía llegar el vapor por su parte superior.

El agua que recubría la masa de carbón, casi impermeable, se dejaba escapar y se reunía en un decantador. La carga de carbón (d) quedaba aglomerada y clasificada en la parte superior de la cuba de lavado. Mediante un rastrillo se recogía siguiendo capas horizontales. Las capas superiores estaban formadas por carbón, las inferiores por esquisto y las intermedias por una mezcla de carbón y esquisto. Esta fracción mezclada de carbón y esquisto se trataba posteriormente en el lavadero de corona citado anteriormente. El lavadero clasificador podía tratar hasta 200 toneladas diarias.

"Les mines les minières et les carrières" Badoureau et Grangier, Paris 1892.

Sociedad Carbonífera de Matallana

La segunda empresa importante que se estableció en la zona fue la Sociedad Carbonifera de Matallana, que lo hizo en 1892, aunque se constituyó en Bilbao en 1889 con un capital nominal de 2.000.000 de pesetas.

Desde 1884 la explotación minera en la zona de Matallana y La Valcueva se desarrolla en varias concesiones, algunas de estas eran: "Casualidad", "Pepita", "Tomasito", "Presentación", "Chomin", "La Bilbaína" y "Capriles". En 1890 la Sociedad Carbonífera de Matallana adquiere estas minas a Manuel García Viñuela y José María Gurtubay.

Minero de principios del siglo XX.

La compañía emprendió grandes obras de reconocimiento en la zona, con vistas a desarrollar una explotación a gran escala, y registró extensas superficies en los términos de La Valcueva, Vegacervera, Aviados, Orzonaga y Matallana. Ya en ese momento la empresa instaló un lavadero sistema Evrard y un clasificador mecánico, dos baterías de hornos de cok sistema Bernand y un lavadero de menudos del sistema Humboldt.

La compañía abordó erróneamente el laboreo de sus yacimientos al abrir un excesivo número de labores obteniendo una pequeña producción, que en 1894 sólo era de 70 u 80 toneladas diarias.

El tren inaugural del Ferrocarril de La Robla transportó el 11 de agosto de 1894, con la locomotora "El Engaña", 35 toneladas de carbón de Matallana. Una tolva B-1 con 9 toneladas de hulla gruesa, la tolva H-14 con 9 toneladas de galleta, la tolva H-15 con 8 toneladas de buen cok y la tolva H-17 con 9 toneladas de hulla granada de esta empresa, que era la mejor establecida en aquel momento en toda la linea.

Picando carbón.

En 1895 la sociedad produjo 17.525 toneladas, el 30% del total provincial, pero sin embargo al año siguiente limitó sus trabajos a la mera conservación de las labores y en 1898 tan solo extrajo 4.747 toneladas, el 2,5% del total provincial. En 1898 la sociedad empleaba a 97 obreros, el 10,2% del total provincial. El rendimiento del trabajo en este año fue para la compañía de 49 toneladas/hombre/año, el más bajo entre las grandes empresas de la provincia.

Desde el cambio de siglo disminuye mucho más su actividad, arrendando sus concesiones en 1900 a la Vasco-Burgalesa, traspasándolas después a Hulleras del Torío y disolviendo la empresa finalmente en 1903. Sus propiedades pasaron a manos de una compañía francesa que apenas nada hizo.

Fósiles

Entre los esquistos y pizarras que se extraen junto con el carbón se pueden encontrar multitud de fósiles que evidencian el origen orgánico del mismo. Generalmente se trata de plantas fosilizadas y las más vistosas y abundantes son los helechos.

Lepidophloios laricinus. Carbonífero superior. Corresponde al tronco de la planta.

Calamites. Carbonífero superior. Tronco de esta planta de porte arbóreo.

Callipteris conferta. Pérmico inferior. Fragmento de fronde.

Neuropteris heterophylla. Carbonífero superior. Extremo de un fronde de 9 centímetros de longitud.

Annularia stellata. Carbonífero superior. Fragmento de rama con hojas.